Suele decirse que los asuntos urgentes no nos dejan ver o pensar en las cosas que son importantes, pero me parece que con los tiempos que corren, y la que está cayendo, lo urgente y lo importante no nos deja pensar en nada. Digo esto porque ojeando la opinión que se publica en los diversos medios —digitales sobre todo: periódicos, revistas, blogs...— la mayoría de los discursos —¡que no todos, por supuesto!— parecen estar cortados por un mismo patrón argumentario y aparentan más bien estar destinados a defender un estatus político (propio o ajeno) que a profundizar, desde distintos puntos de vista, en la verdad de las cosas (si es que esa palabra, "la verdad", tiene hoy ya algún sentido). Sucede con la crisis y las medidas de ajuste propuestas por el gobierno, con el encausamiento del juez Garzón, sobre el uso del velo en la escuela, y hasta sobre la liga de fútbol. Los argumentos esgrimidos son más previsibles que los gags de las series televisivas, que ya es decir, por lo que uno acaba agarrándose simplemente a aquel que resulta más estrambótico, divertido... o que está mejor escrito. Tienen razón los que dicen eso de que el pensamiento único no es un único pensamiento.
Hoy me ha ocurrido leyendo los blogs de algunas personas a las que respeto intelectualmente e incluso en algún caso admiro personalmente. Puestos a reflexionar sobre las medidas de ajuste propuestas por el gobierno, su único recurso era apelar a Aznar y los banqueros como los responsables de la situación en la que nos encontramos en España —que alguna responsabilidad tienen, no lo dudo—, olvidando que el gobierno actual lleva más de seis años en el poder, que según ese gobierno la crisis es cosa de hace dos años y que muchos de esos banqueros son o han sido aliados suyos (por ejemplo a efectos de condonar las deudas a los partidos políticos). Y con el tema de Garzón ya ni les cuento. Es todo tan de argumentario o de guión preestablecido que da un poco de pereza ponerse a reflexionar sobre ello, no vaya a ser que estemos incurriendo en el mismo (d)efecto. Que posiblemente sí. O seguramente sí, ¿verdad?
Ya lo ven. Como estoy estudiando sobre la participación ciudadana en el ámbito local, hoy estaba pensando escribir sobre el revuelo suscitado con el resultado de la consulta popular sobre la remodelación de la avenida Diagonal de Barcelona, pero me ha vencido la pereza pensando en esa, llamémosle, tendencia a la uniformidad que se esconde bajo la apariencia de la discrepancia. Y supongo que este es el peor efecto que puede producirnos: la pereza, el cansancio o la derrota. Así que otro día les cuento lo que pensaba del lío suscitado con ese proceso de participación, y mientras tanto, para que no se nos olviden las cosas importantes, les dejo con una canción que me han mandado de regalo allende los mares. ¡Sea!
Hoy me ha ocurrido leyendo los blogs de algunas personas a las que respeto intelectualmente e incluso en algún caso admiro personalmente. Puestos a reflexionar sobre las medidas de ajuste propuestas por el gobierno, su único recurso era apelar a Aznar y los banqueros como los responsables de la situación en la que nos encontramos en España —que alguna responsabilidad tienen, no lo dudo—, olvidando que el gobierno actual lleva más de seis años en el poder, que según ese gobierno la crisis es cosa de hace dos años y que muchos de esos banqueros son o han sido aliados suyos (por ejemplo a efectos de condonar las deudas a los partidos políticos). Y con el tema de Garzón ya ni les cuento. Es todo tan de argumentario o de guión preestablecido que da un poco de pereza ponerse a reflexionar sobre ello, no vaya a ser que estemos incurriendo en el mismo (d)efecto. Que posiblemente sí. O seguramente sí, ¿verdad?
Ya lo ven. Como estoy estudiando sobre la participación ciudadana en el ámbito local, hoy estaba pensando escribir sobre el revuelo suscitado con el resultado de la consulta popular sobre la remodelación de la avenida Diagonal de Barcelona, pero me ha vencido la pereza pensando en esa, llamémosle, tendencia a la uniformidad que se esconde bajo la apariencia de la discrepancia. Y supongo que este es el peor efecto que puede producirnos: la pereza, el cansancio o la derrota. Así que otro día les cuento lo que pensaba del lío suscitado con ese proceso de participación, y mientras tanto, para que no se nos olviden las cosas importantes, les dejo con una canción que me han mandado de regalo allende los mares. ¡Sea!
No hay comentarios:
Publicar un comentario