lunes, 31 de mayo de 2010

Crítica de la crítica

Disculpen ustedes un título tan cacofónico; retórica kantiana, mas sólo retórica, supongo. El caso es que he tenido conocimiento de otro manifiesto, "críticos y ciudadanos", impulsado por un grupo de científicos e intelectuales que denuncian lo que en su opinión es una campaña de desprestigio contra quienes adoptan públicamente posiciones críticas con determinados poderes, y reivindican el papel de los intelectuales y universitarios como conciencia crítica de la sociedad. Al parecer, está previsto que el manifesto se presente en un acto público —y crítico, imagino— el próximo miércoles 9 de junio. Para más información, ver aquí.

No me cabe ninguna duda de que la actividad científico-universitaria debe ser crítica, en el sentido en el que lo aprendí de Bourdieu: como desvelamiento de lo que permanece oculto, desconocido (a veces por el hecho de ser "inconscientemente reconocido"), como impulso y apertura hacia nuevas posibilidades, (lo "inédito viable", que decía Freire); es el hecho de ser auténticamente científica (o universitaria), lo que hace que la actividad sea crítica, y no al revés. ¿Y cuándo es auténticamente universitaria, verdad?, se preguntarán ustedes. He ahí la cuestión; discutámoslo. Es la propia discusión racional, abierta, respetuosa, libre, la que puede ayudarnos a responder a esa pregunta. Por eso mismo, la propia actividad intelectual también está sometida a crítica. En eso radica el principio de la reflexividad: la idea de que las propias afirmaciones del científico —o del universitario, o del intelectual— deben ser sometidos a sus mismos instrumentos de análisis. Y más allá de eso, está expuesta a la crítica social.

Entre los promotores del manifiesto hay personas con las que he aprendido y disfrutado mucho leyendo sus libros, y entre los firmantes encuentro también algunos conocidos. Todos ellos, especialistas reconocidos, con innegables méritos; y muchos de ellos, no tienen ninguna dificultad para expresarse a través de los medios de comunicación de masas, para publicar sus libros en las editoriales de gran distribución, dirigen revistas prestigiosas de enorme difusión, manejan importantes fondos para sus investigaciones, participan en comités, agencias, tribunales... ¿Por qué entonces piensan que su actividad crítica está en peligro?

Posiblemente, es verdad que la actividad científica y universitaria no pasa por momentos muy fáciles. En parte, por méritos propios y en parte, sin duda, debido a circunstancias ajenas. Pero algunas de la alusiones que hace veladamente el manifiesto a debates recientes —como los suscitados a propósito de la polémica judicial en torno al juez Garzón— sitúa la cuestión en otros términos. Porque en buena medida lo que se suscita en casos como ese es un debate —crítico— entre diferentes intelectuales y universitarios, con puntos de vista diversos sobre la cuestión. El problema que se plantea entonces no es una "agresión" al mundo intelectual, sino una crítica al mismo mundo intelectual, o a parte de él, desde otras posiciones.

Está bien que los intelectuales se comprometan —o nos comprometamos— en esa actividad reflexiva que supone contribuir a la construcción de la realidad social. Pero siendo conscientes de que esa actividad presuntamente "crítica" es también fuente de poder —y de legitimación. Hay quienes —como Maffessoli, Morin, y otros— han venido a subrayar que el pensamiento "crítico" en ocasiones no sirve sino para confortar los conformismos. Y como intelectuales no deberíamos olvidar que la "crítica" no es exclusiva de nadie, de la misma manera que los obispos no tienen la del Espíritu Santo...

domingo, 30 de mayo de 2010

Insomnio (un relato de Javier W. Fontiveros)

Hay por lo menos tantas formas distintas de creer como de no creer. En lo que sea, o en quien sea. Tantas como creyentes o increyentes. La de él era una de ellas y hace exactamente ocho años, diez meses y seis días que cambió su forma de hacerlo. Cuando me lo contó, me dijo que se acordaba exactamente porque fue su primera noche de insomnio. Era verano y no podía conciliar el sueño. Por el calor, pensó. Se levantó de la cama y se puso a leer y fue allá, entre las palabras que bailaban en un texto que recuerda de memoria, donde notó que su Dios —el Dios que le había acompañado hasta entonces— se le deshacía y escapaba como si fuera arena entre las manos. Y con Él, toda una vida y una forma de entender el mundo; no la que había vivido, porque era joven, sino la que esperaba vivir.

Me contó que se quedó un buen rato con el libro entre las manos, rumiando despacio la nueva conciencia de una ausencia que hasta entonces había sido promesa y ahora sólo era destierro; y cayó en la cuenta de que para él, curiosamente, la experiencia de la finitud era esto: un infinito destierro, para siempre, una condición que empezó con la expulsión del paraíso. Y así le saludó la aurora.

Como si fuera un signo de esa nueva vida, ya no volvió a dormir como antes. El insomnio se convirtió en una costumbre que lo acompañó todos los días de su vida. Para los médicos se trataba de una alteración crónica debido a un trastorno nervioso. Él decía, medio en broma medio en serio, que su origen era otro; que había perdido los dos sueños a la vez y que posiblemente sólo podría recuperarlos juntos. A veces, incluso se hacía la pregunta de si habría llegado a terminar los estudios y se habría consagrado de no haber sido por esa noche de insomnio; o por todas las noches de insomnio que lo habían venido acompañando durante ocho años, diez meses y seis días desde entonces. Hasta ayer, que se durmió para siempre, y aún era joven, con el mismo texto entre las manos.

sábado, 29 de mayo de 2010

Novedad editorial

Con más retraso del que hubiéramos deseado, echa al fin a andar la colección "Cuadernos de trabajo" de la Cátedra de cooperación para el desarrollo de la Universidad de Zaragoza. Textos breves, que parten de la idea de que la acción sin reflexión es ciega y que por eso pretenden aportar materiales, análisis y reflexiones críticas desde y sobre la acción de la cooperación para el desarrollo. El primer número reúne cuatro textos del economista chileno Manfred Max-Neef con el título "El mundo en ruta de colisión y otros escritos". ¡Que no será el último!, esperamos.


viernes, 28 de mayo de 2010

Fundaciones

He recibido el Directorio de Fundaciones en Aragón 2009, que ha elaborado el grupo GESES de la Universidad de Zaragoza, y que ha publicado la propia Universidad con el patrocinio del Gobierno de Aragón. El Directorio constituye una primera aproximación a un sector enormemente heterogeneo y diverso, tanto por lo que hace a los promotores de las fundaciones y a sus dimensiones, como a sus fines y actividades, y que suponen por lo tanto una importante riqueza para toda la sociedad aragonesa. Como dice la introducción del volumen, "la sociedad sin las fundaciones carecería de la aportación intangible que éstas realizan en la creación de redes, en la riqueza de capital social, en la expansión de la 'res publica'... Pero también de los numerosos aportes tangibles que recorren desde el mundo de la cultura, la investigación, el arte, la ciencia o la solidaridad con quienes son más vulnerables". La riqueza y el dinamismo de una sociedad depende también de la capacidad de sus agentes para "invertir altruistamente", si así puede decirse, a través de mecanismos como las fundaciones, y generar cultura y ocio, educación, investigación, salud, cooperación, etc. Necesitamos conocer bien cuál es en realidad el "músculo social" del sector no lucrativo en nuestras sociedades y por eso el Directorio es una magnífica aportación, por la que cabe felicitar a quienes lo han hecho posible, como tantos otros estudios sobre el Tercer Sector, el sector no lucrativo y el capital social.

Es verdad que el sector de fundaciones de Aragón, tal como recoge el Directorio, presenta una gran variedad de actividades y de personas e instituciones implicadas. Un primer vistazo al mismo sorprende por la pluralidad del sector y las grandes posibilidades que genera en todo el entramado social, cultural y económico aragonés. El estudio recoge un total de 465 fundaciones en Aragón en 2009, de las que 427 estarían activas y que responden a fines muy diversos (en su mayor parte relacionadas con la prestación de servicios sociales).

Sin embargo, hay algunos otros datos que también merecen ser considerados y que ponen de manifiesto algunas "debilidades" del sector. Por un lado, la presencia de los agentes público-políticos, que algunos podrían considerar excesiva, en un sector que tradicionalmente se ha considerado "privado": En algo más de un 16%, las fundaciones tienen como promotores a entidades administrativas (gobiernos locales, provinciales o autonómico), sea de forma exclusiva o conjunta con otras entidades privadas; una cifra que se eleva hasta el 20% si incluimos también a partidos políticos o sindicatos. Ello no sería sino una muestra más de la excesiva dependencia que tenemos en nuestras sociedades respecto a la iniciativa de los poderes públicos y la fragilidad del mecenazgo.

Por otro lado, la riqueda que supone también la enorme diversidad de dotación patrimonial de las entidades, también podría ser leído por algunos como una muestra de fragmentación o debilidad de las corporaciones no lucrativas. De la 427 fundaciones que se recogen en el estudio, algo más de la mitad (223) se quedan en los 30.000 euros de dotación patrimonial (que es el mínimo que se considera legalmente para garantizar la suficiencia de la dotación) o menos, y sólo 13 superan el millón de euros. La suma total de la dotación patrimonial de las entidades es de 74.643.124,55 euros, una cifra nada desdeñable pero que en realidad sólo supone el 0,2% del PIB aragonés en 2008.

Es verdad que las comparaciones que acabo de hacer pueden ser objeto de muchos matices. Pero también podría abundarse en ellas desde otros puntos de vista, para lo cual el Directorio recién publicado resulta un estímulo y una buena herramienta.

jueves, 27 de mayo de 2010

Candela






















Como una plegaria:
la ansiedad de la llama
buscando un cielo.

Participación ciudadana

A lo mejor pensar es ir recogiendo flecos y dejando otros nuevos. Hoy retomo alguno que dejé ayer, a cuentas de la Jornada sobre participación ciudadana. Quienes leen el blog habitualmente recordarán que hace unos días ya hice referencia a la polémica suscitada en relación con una consulta popular en Barcelona sobre la modificación de la avenida Diagonal, y que se había saldado con algún que otro cese y un fuerte embate político al alcalde de la ciudad condal (ver aquí). El caso de Barcelona fue un ejemplo recurrente en la jornada de ayer, con razón, de lo que no debe hacerse o no debe ser la participación ciudadana: un mecanismo de mera legitimación de decisiones ya tomadas de antemano. Estamos de acuerdo. Sabemos lo que no debe ser, pero ¿y lo que debe ser?.

No hay ninguna duda tampoco de que en la génesis de la idea —y la práctica— de lo que se llama "participación ciudadana" (que no es cualquier forma de ciudadana participación) está la preocupación por la crisis actual de la política. Se habla de desafección democrática, de crisis de legitimación, descrédito de la política y las instituciones, etc. También estamos de acuerdo en que eso es un problema. Lo que no sé si estoy de acuerdo es en la forma de enfocarlo. Les cuento.

En la jornada de ayer, el primer ponente comenzó haciendo una justificación de la necesidad de acometer políticas de participación ciudadana desde las instituciones y defendiendo el sentido mismo de la acción política. También de acuerdo. "Frente a la idea extendida entre la ciudadanía de que 'la política es el caos' —se decía expresamente— hay que reivindicar la idea de que 'la política es la solución'". Aquí ya deberíamos matizar porque eso no es automático; que sea una solución —y para qué— dependerá de "qué política" o qué forma de hacer política. En una desafortunada simplificación para defender sus tesis, el ponente ponía de ejemplo Afganistán, como muestra de lo que sucede en ausencia de la política, sin darse cuenta de que, en realidad, lo que allí ocurre ¡también es un producto de la política!.

Para situar bien la cuestión, en mi opinión, lo que hay que preguntarse es por qué la gente piensa que la politica es un caos, o por qué la política y las instituciones están tan desacreditadas, y entonces ver qué es lo que hay que cambiar y en qué medida eso que llamamos participación ciudadana puede ayudar o no a arreglar las cosas. Sin embargo, más allá de la declaración de intenciones, la sensación final que uno tiene es que eso que se llama "políticas de participación ciudadana" pueden ser también una forma de cambiarlo todo para que todo siga igual. Los responsables públicos se resisten a los mecanismos clásicos de participación —el derecho de petición, la audiencia pública, la consulta popular, la transparencia y la publicidad...— y sin embargo proponen nuevos mecanismos deliberativos, siempre que no alteren en modo alguno la dinámica propia del sistema. ¿Para qué entonces, la participación ciudadana?


P.S.: Reflexionando sobre las circunstancias que justifican esas mismas "políticas de participación ciudadana", otro de los ponentes habló de los cambios en las formas de gobernar, de las estrategias más basadas en la autoridad (esto se hace porque lo digo yo) o en la imitación, a estrategias más deliberativas o "emotivas" (sic). Supongo que se refería a las políticas basadas en el "queredme por favor". Sea lo que sea, contagiado emocionalmente yo también por todo lo que hay en el ambiente, ayer con las prisas cometí un error de números en el comentario que ya he corregido.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Nueva fábula de la cigarra y la hormiga

Esta mañana la pasé atendiendo unas jornadas sobre participación ciudadana que no han tenido desperdicio. Por muchas razones que otro día les cuento. Iban dirigidas a responsables públicos de la administración local (alcaldes y concejales, sobre todo) y, como era de esperar, todos tenían la cabeza puesta en el vaivén de la decisión gubernamental sobre los créditos de los ayuntamientos —ya hablamos ayer de eso— y en la que se avecina con las medidas de ajuste (como ejemplo, en un momento dado, uno de los ponentes pronunció la palabra "bandazos" y se hizo un silencio sepulcral; a mi me dió la impresión de que un escalofrío recorrió el espinazo de toda la sala). Diríase que es ahora cuando hemos descubierto que gobernar es administrar recursos en contextos de escasez, y no sonreír y decir que sí a todo y a todos.

Otro día —mañana—, les cuento algo más sobre la participación, pero eso de la escasez y la crisis y la deuda de los ayuntamientos me ha hecho recordar una fábula que todos ustedes conocen: la de la cigarra y la hormiga. ¿Se acuerdan? Seguro que sí. La hormiguita laboriosa y ahorradora, pasaba el tiempo del verano trabajando y recogiendo mientras la cigarra lo desperdiciaba todo cantando y bailando. Cuando llegó el invierno, el tiempo de la escasez, la cigarra se encontró hambrienta por no haber sido previsora... Hace ya tiempo, sin embargo, que todos nos habíamos convencido de que la hormiga era una pelma y una reprimida; que eso de las virtudes previsoras estaba demodé —que no eran más que resabios calvinistas del viejo capitalismo— y que lo que ahora se llevaba, en nuestro mundo de capitalismo de casino, era vivir al día debiendo lo que fuera, qué más da, y gastando más y más como una forma de crecer ilimitadamente. Porque ese ha sido y sigue siendo el totem: la ausencia de límites, el crecimiento inagotable, el progreso indefinido...

Dicen los expertos en asuntos económicos que el problema real de la crisis española no es sólo la deuda pública (que este año cifran en algo más del 50% del PIB), sino sobre todo la deuda global del país, la resultante de sumar la deuda pública y la privada (la de familias y empresas), que podría llegar a cifras de más del 300% del PIB. O sea, que podría decirse —si yo no lo entiendo mal— que por cada euro que ganamos los españoles, en realidad debemos 3 ó 4. No todos claro, pero entre todos es lo que cuenta. Los hay que han sido hormiguitas ahorradoras y cuidadosas; los hay que se han endeudado en los límites que les permitía su ritmo de ingresos; y los hay que han sido cigarras que han ido gastando sin criterio y sin control, derrochando recursos y fumando con billetes de 500 euros. Y de estos, en todos los sitios y de todos los colores: en las familias, en las empresas —públicas y privadas— y en las instituciones.

El problema es que, llegado el invierno, los efectos de semejante dispendio no los va a pagar cada uno proporcionalmente a su derroche. Y muchos de los derrochadores son los que ahora nos dicen que esto tenemos que arreglarlo entre todos, porque al fin y al cabo, todos somos responsables, tanto las cigarras como las hormigas... Así que cuando llegó el invierno, la cigarra se acercó a la hormiga y le dijo: "Compañera, ha llegado el momento en que todos tenemos que esforzarnos solidariamente —esta palabra la dijo seria, lenta y enfáticamente, como relamiéndose—, y por eso te agradezco muy sinceramente el sacrificio que haces". Y la hormiga simplemente se quedó con un palmo de narices.

martes, 25 de mayo de 2010

Las circunstancias

A riesgo de convertirme en un tertuliano más —como me dice una buena amiga, supongo que con algo de razón— hoy no me resisto a comentar la noticia que adorna las portadas de todos nuestros periódicos en internet. Hace unos días, nuestro Gran Timonel anunció severas medidas de ajuste, en una dirección radicalmente distinta a la que había venido manteniendo hasta el momento —sin que resulte fácil saber, por otro lado, cuál era la dirección anterior. Pero vamos, si hasta entonces la cosa era "crisis, what crisis?", ahora es "¡uf, no sabéis la que está cayendo!"; si antes nos decía os subo el sueldo poco, pero os lo subo, ahora el lema es os lo bajo bastante, pero os lo bajo; si la cosa era medidas a lo keynesiano con el planE y demás, ahora era se acabó esa milonga y hay que corregir el déficil; si lo de antes era tomad 400 euros que vamos sobraos, ahora la consigna es que hay que ahorrar hasta en sellos. Y dicho y hecho. Ayer, el BOE publicaba el Decreto Ley 8/2010, de 20 de mayo, por el que se adoptan medidas extraordinarias para la reducción del déficit público. Pero ya hablamos de eso hace unos días.

Lo novedoso es que una de las medidas publicadas que más revuelo levantó ayer el Decreto Ley —por su desconocimiento, ya que de las otras íbamos sobre aviso— era la prohibición para las entidades locales, a partir de la entrada en vigor del decreto, de acudir al crédito público o privado a largo plazo (art. 14.2). Los alcaldes de todos los colores se llevaron las manos a la cabeza, las levantaron al cielo y clamaron en todas las lenguas del Estado español; así que hoy, el gobierno ya lo ha corregido: El BOE de hoy, entre las correcciones de errores del mencionado Decreto Ley dice que donde se decía "a partir de la entrada en vigor" debe decir "a partir del 1 de enero del 2011". Ahí va un poco de oxígeno.

Con gran sentido del humor, la Vicepresidenta Económica ha asegurado que no se trata de ninguna modificación de nada, sino simplemente de la corrección de una errata, lo que demuestra una vez más que nos siguen tomando por tontos. Aunque también podía haber apelado para justificar la nueva redacción a las palabras del Líder, que en el mitín de Elche hace unos días ya advirtió que medidas así no deben interpretarse como cambios ni bandazos respecto a la política que había venido manteniendo hasta ahora, sino como una respuesta responsable a las circunstancias (¿y por qué no va a ser también una respuesta responsable a las circunstancias la corrección del art. 14.2 del Decreto Ley?). Para mí que una argumentación así constituye una excusa magnífica para cualquier responsable público: Yo no tengo nunca ninguna culpa de lo que pasa, sino las circunstancias.

Yo estoy seguro de que, en parte, eso es cierto. A nuestro Gran Timonel, como a todos, le hubiera gustado poder gobernar de otra manera y muchas de las cosas que pasan le vienen impuestas por un contexto que le sobrepasa en todos los sentidos. Muchas, seguramente, pero no todas. Pero en todo caso, lo que no deja de sorprender es esa habilidad consentida y aplaudida por muchos, para convencernos de que el baile de la yenka es la apoteosis de la política. Yo he de reconocerles que con semejante Timonel al mando de la nave, ya estoy un poco mareado. Ya sé, ya sé, me dirán que es cosa de la tempestad, claro; las circunstancias.

lunes, 24 de mayo de 2010

Ahora

Cuando el sol se ha puesto del todo salgo a correr por la orilla del canal. El tiempo transcurre mansamente, a la velocidad del agua casi estanca que baja lentamente. Perros que juegan, se persiguen y ladran, las golondrinas que alborotan en el aire, niños que alimentan a los patos, gente paseando, dos adolescentes que se abrazan y ríen. La vida que se renueva en un instante, en un abrazo. Ahora.


P.S.: Para compartir más: Dos amigos me mandan sendos enlaces de interés. Uno, a un video del diseñador zaragozano Cristóbal Vila que aparece en Youtube y que pueden ver aquí. Otro a los blogs de la dibujante Eva Vázquez (aquí). Cosas de la red.

domingo, 23 de mayo de 2010

Pentecostés

Paseo por el Moncayo, desde la fuente del Sacristán hasta el pie del cucharón y luego a comer a la ermita y fuente de San Gaudioso, que al parecer fue un monje del siglo V que llegó a ser obispo de Tarazona. Por el camino, entre pinares, robledales y hayedos, y con el rumor lejano de los arroyos como música de fondo, se escucha la conversación como de patio de vecindario entre mirlos, petirrojos, pinzones, herrrerillos... ¿Qué se dirán? (oigan, oigan). A la vuelta, con el aroma de la genista todavía en la memoria, resuenan en la mente los versos de una vieja canción...

ven, oh luz,
llena este momento,
invade de silencio este espacio
que robas y rompes,
ven, oh mar...

Es pentecostés y todo es regalo. Como Martina.

viernes, 21 de mayo de 2010

Las cosas que no pasan

Calurosa tarde de primavera. En la frontera entre la tarde y la noche, la despedida del sol parece dar una tregua que, siendo viernes, muchos aprovechan para disfrutar más tiempo en la calle. En una pequeña plaza dos niños observan con su padre el vuelo desordenado e impredecible de dos murciélagos que con su movimiento parecen dirigir una orquesta lejana, emborrachados por el aroma dulzón que chillan las flores de las acacias —¿o son ailantos...?, qué sé yo—. El hijo más pequeño, asustado, pregunta a su padre:
—¿Los 'mrucielagos' comen niños?—dice, escupiendo el nombre del animal impronunciable.
—No hijo, no, tranquilo—responde su padre.
—¿Y pájaros?
—No, tampoco.
—¿Y bicicletas?

Sigo caminando, dando vueltas al orden del mundo que acabo de contemplar, y oigo a lo lejos el sonido de una pequeña campanilla. Pronto me doy cuenta de qué se trata. Un anciano vecino del barrio, afectado de una enfermedad mental que parece haber agravado el consumo del alcohol, camina con paso bastante ligero en un paseo vespertino que es el esbozo, cotidiano y fracasado, de una huida al punto de partida. Aunque el sol se ha ido del todo sigue haciendo calor, pero él va abrigado casi como en invierno, sudoroso y maloliente, con la mirada perdida en el vacío, la barba encanecida y amarillenta por el tabaco y un profundo temblor en ambas manos, que mueve incesantemente, como si quisiera desprenderse de todo. En una de las manos lleva un llavero con siete u ocho llaves, que agita involuntariamente y a cuyo reclamo todos se vuelven a su paso, en señal primero de atención y luego de desprecio.

Sólo el lo sabe. Que ese gesto y ese sonido que sale de su mano rememora la llamada de la esquila que de niño le enseñaron a agitar para recordar y espantar la muerte. Al pasar a mi lado sonríe imperceptiblemente, tan sólo un segundo, como si supiera que yo, cómplice, conozco su secreto.

jueves, 20 de mayo de 2010

Algunos

Un poema de Daniel Berrigan —que este mes cumplió 89 años— para los que caminan y permanecen en pié (aclaro que la traducción es libre y aficionada; quien quiera la versión original, recitada por el propio Dan Berrigan, puede verla y escucharla aquí):

Algunos resistieron una vez, y se sentaron.
Algunos caminaron una milla, y se fueron.
Algunos resistieron dos veces, luego se sentaron.
"Me he complicado la vida", dijeron.

Algunos caminaron dos millas, luego se fueron.
"Es demasiado", gritaron.


Algunos resistieron y resistieron y resistieron.
Fueron tomados por idiotas,
por bobos fueron tomados.

Algunos caminaron y caminaron y caminaron.
Recorrieron la tierra,
recorrieron las aguas
recorrieron el aire.

"¿Por qué camináis?", les preguntaron, "¿y por qué resistís?".

"Por los niños", dijeron,
"y por el corazón,
y por el pan".

"Porque la causa es el latido del corazón
y los niños nacidos
y el pan ofrendado".


P.S. Ayer olvidé mencionar que la foto del campo de amapolas que ilustraba el comentario es obra de Alfonso Blesa. ¡Gracias Alf!


miércoles, 19 de mayo de 2010

martes, 18 de mayo de 2010

El runrún

1. Nos pasa a todos. Se nos olvidan acontecimientos o datos importantes, que no querríamos borrar jamás, y sin embargo nunca podremos quitarnos de la cabeza cosas que se nos quedaron grabadas a fuego —normalmente en la infancia— y cuya utilidad es nula, más allá de los momentos estelares en los que uno de repente puede recitar de seguido la alineación de un equipo de fútbol de los años 60, la lista de los alumnos de su clase cuando tenía ocho años o la letra de un cuplé que su abuela cantaba al piano cuando tenía seis años; y claro, no siempre los momentos son propicios para semejantes exhibiciones. O por ejemplo, a veces, cuando se necesita, uno no recuerda cómo se dice en inglés —o en español— una palabra de uso cotidiano, pero nunca olvidará la traducción exacta de la expresión "rígidos miriñaques". Son cosas de la memoria, que es un árbol extraño e impredecible.

2. Venía esto a cuento porque a pesar de que el día de hoy ha estado repleto de encuentros, discusiones, preguntas sin respuesta y pequeños acontecimientos —como todos, al fin y al cabo—, puestos a pensar qué contarles, me viene una y otra vez a la memoria una noticia que leí en la prensa de ayer. Seguramente, la noticia no es nueva, ustedes ya la conocen, y es de esos asuntos que imagino que los periodistas no saben si colocar en la sección de sociedad, de ciencia, o de sucesos. En todo caso, de ser verdad, que ese es otro tema, resulta muy sorprendente y llamativa. Yo la leí ayer en la edición digital del diario ABC (pueden consultarla aquí): se trata del caso de un asceta hindú llamado Prahlad Jani, que dice que lleva tiempo sin comer ni beber nada y ha sido sometido a una pruebas en un hospital bajo la supervisión de especialistas. Durante esas pruebas, según cuenta el periódico, el asceta ha estado más de quince días sin probar alimento ni líquidos, lo que insisto que, de ser cierto, resulta realmente misterioso.

Sin embargo, para mí, lo más asombroso no es eso, sino que quienes se han encargado de esas pruebas son especialistas del Departamento Científico del Ministerio de Defensa Indio y que según cuenta el periodista, el objetivo de su investigación "es conocer si esa capacidad de aguante puede transferirse de alguna manera a los soldados". ¿No les parece curioso? No claro, hoy día es lo normal: que nos encontremos ante la posibilidad de encontrar una nueva forma de sobrevivir y que nuestra preocupación principal sea cómo hacer casi inmortales a los soldados. Luego ya nos encargaremos de los que se mueren de hambre, lo primero es lo primero. La misma información añade que el yogi ha afirmado que su fortaleza se debe a un antigua meditación de yoga y a una bendición divina. E imagino que los mismos especialistas habrán decidido ponerse a rezar.

3. Pero no es el único runrún del día. El otro tiene que ver con la controversia suscitada esta mañana en la Junta de Facultad a propósito del límite de admisión de plazas de nuevo ingreso que la Universidad va a aprobar en los próximos días, y que superará con mucho las previsiones que se habían hecho en su momento para conseguir una enseñanza de calidad. ¿Cuántos alumnos debe tener un grupo o una clase en la Universidad? Depende de para qué, dirán ustedes con razón. En nuestra Universidad, en su momento, se llegó a la conclusión de que para hacer bien las cosas —enseñanza individualizada, evaluación continua, prácticas y seminarios, etc., que no sean solo la tan injustamente denostada clase magistral— los grupos debían ser de 60 alumnos. Posiblemente, la misma cifra era discutible. Y uno más, uno menos, qué más da, es verdad

Hoy, sin embargo, nos hemos enterado de que, seguramente, la propia Universidad va a aumentar esa cifra "para atender la demanda social", lo cual está muy bien; que no serán menos de 80 y, con toda probabilidad, bastantes más. La pregunta entonces se invierte. Ya no se trata de decir "¿cuál debe ser el tamaño de las clases para una enseñanza 'de calidad'?", sino al revés: "¿qué podemos hacer para que con esas clases la enseñanza parezca de calidad?". Una prueba más de que eso que se llama el plan Bolonia, cuando se desciende a lo concreto, no es más que una enorme impostura. "¿Pero alguien se creía que ese iba a ser el número de alumnos?", dice un profesor. Entonces, ¿para qué lo dijimos en su momento?¿hemos estado mintiendo a todo el mundo?¿o a qué estamos jugando en la Universidad?. Imposturas intelectuales, una vez más.

A propósito de la demanda social, también habría que plantearse, si es mejor —para esa demanda, y para los estudiantes— tener muchos alumnos con una baja tasa de éxito o menos alumnos, con una mayor tasa de éxito. Si es que eso le importa ya a alguien.

lunes, 17 de mayo de 2010

Venciendo la pereza

Suele decirse que los asuntos urgentes no nos dejan ver o pensar en las cosas que son importantes, pero me parece que con los tiempos que corren, y la que está cayendo, lo urgente y lo importante no nos deja pensar en nada. Digo esto porque ojeando la opinión que se publica en los diversos medios —digitales sobre todo: periódicos, revistas, blogs...— la mayoría de los discursos —¡que no todos, por supuesto!— parecen estar cortados por un mismo patrón argumentario y aparentan más bien estar destinados a defender un estatus político (propio o ajeno) que a profundizar, desde distintos puntos de vista, en la verdad de las cosas (si es que esa palabra, "la verdad", tiene hoy ya algún sentido). Sucede con la crisis y las medidas de ajuste propuestas por el gobierno, con el encausamiento del juez Garzón, sobre el uso del velo en la escuela, y hasta sobre la liga de fútbol. Los argumentos esgrimidos son más previsibles que los gags de las series televisivas, que ya es decir, por lo que uno acaba agarrándose simplemente a aquel que resulta más estrambótico, divertido... o que está mejor escrito. Tienen razón los que dicen eso de que el pensamiento único no es un único pensamiento.

Hoy me ha ocurrido leyendo los blogs de algunas personas a las que respeto intelectualmente e incluso en algún caso admiro personalmente. Puestos a reflexionar sobre las medidas de ajuste propuestas por el gobierno, su único recurso era apelar a Aznar y los banqueros como los responsables de la situación en la que nos encontramos en España —que alguna responsabilidad tienen, no lo dudo—, olvidando que el gobierno actual lleva más de seis años en el poder, que según ese gobierno la crisis es cosa de hace dos años y que muchos de esos banqueros son o han sido aliados suyos (por ejemplo a efectos de condonar las deudas a los partidos políticos). Y con el tema de Garzón ya ni les cuento. Es todo tan de argumentario o de guión preestablecido que da un poco de pereza ponerse a reflexionar sobre ello, no vaya a ser que estemos incurriendo en el mismo (d)efecto. Que posiblemente sí. O seguramente sí, ¿verdad?

Ya lo ven. Como estoy estudiando sobre la participación ciudadana en el ámbito local, hoy estaba pensando escribir sobre el revuelo suscitado con el resultado de la consulta popular sobre la remodelación de la avenida Diagonal de Barcelona, pero me ha vencido la pereza pensando en esa, llamémosle, tendencia a la uniformidad que se esconde bajo la apariencia de la discrepancia. Y supongo que este es el peor efecto que puede producirnos: la pereza, el cansancio o la derrota. Así que otro día les cuento lo que pensaba del lío suscitado con ese proceso de participación, y mientras tanto, para que no se nos olviden las cosas importantes, les dejo con una canción que me han mandado de regalo allende los mares. ¡Sea!

Sea

domingo, 16 de mayo de 2010

De excursión

Ayer, excursión rápida, intensa y muy divertida por el maestrazgo turolense. Está casi garantizado, si viajas con personas inteligentes, que el viaje lo va a ser. Los parajes del maestrazgo invitan a la resistencia y la contemplación (seguramente no hay lo uno sin lo otro) y en los pueblos, la soledad milenaria de estas tierras parece inevitable, atizada —además de por la historia— por un violento y helador cierzo que no se sabe si trae el olvido o la memoria, si anuncia o viene a borrar toda esperanza. Seguramente no es el viento el que silba cuando araña los arbustos y las piedras, pienso, sino que son estas las que gimen alguna canción desconocida.

Así estamos, de susurro en susurro, cuando paseando por Mirambel la música se interrumpe bruscamente. Entre las calles desiertas un viejo lugareño nos saluda. Le respondemos y nos pregunta, a medias con la amabilidad y la ironía de una vieja dignidad y el administrativo respeto que imponen las categorías de un mundo visto a través del telediario y el bando oficial:
— "¿Son ustedes los turistas?"
Lo habíamos olvidado. Sólo somos eso.

viernes, 14 de mayo de 2010

Chiste de campus

Chiste de campus: "¿En qué se diferencian los profesores de Universidad del resto de la gente?". Respuesta: "En nada, pero ellos —los profesores— no lo saben". Como todas las bromas sirven en parte para decir algo serio, me he acordado de esta al leer un texto del filósofo escocés Alasdair MacIntyre: "Los cristianos se comportan como todo el mundo, pero utilizan un lenguaje distinto para ocultar que no se diferencian de los demás" (citado en H. Saña, La derrota de Dios, PPC, 2010, p. 39). MacIntyre decía eso críticamente en 1963. Hoy posiblemente se podría decir lo mismo. De los cristianos y de los que no lo son, de los creyentes y de los que no lo son, de los de un partido y de los de otro... y de los profesores de universidad. Sustitúyase en la frase esa palabra por otras como, por ejemplo... ¿qué se te ocurre a ti querida y querido lector?

jueves, 13 de mayo de 2010

Pájaros nicas

Ayer nos visitó Mercedes, de Nicaragua, y nos contó el proyecto JYNCE, en el barrio San Judas de Managua, en el que vive y trabaja. Hoy me ha tocado participar en un curso de formación de Cáritas-Zaragoza. Al acabar, el director nos comenta que es verdad que ahora hay quizás más trabajo por los efectos de la crisis, aunque desgraciadamente ha habido siempre. Hay mucho sufrimiento, nos dice, pero también se nota mucha más generosidad (en términos de colaboraciones, donativos, voluntarios...).

P.S.: Después del generalizado revuelo de ayer, que hoy continúa, me entero que las inevitables medidas que el gobierno propone no son tan inevitables como puede parecer desde un punto de vista técnico —aunque posiblemente nadie nos las vaya a evitar. Por ejemplo, el sindicato de técnicos del Ministerio de Hacienda hacía otras propuestas (vease aquí).


miércoles, 12 de mayo de 2010

Ajuste duro

Revuelo generalizado. El presidente del gobierno anuncia en el Congreso una serie de medidas dirigidas a corregir el déficit económico. Entre ellas, una muy importante es la bajada del sueldo de los funcionarios una media de un 5%, lo que quiere decir que para muchos será más. Cirugía inevitable, dicen algunos; ajuste duro, lo definen otros. Quizás sea las dos cosas, no lo discuto, pero no deja de resultar difícil de tragar. Ya se sabe que con las cosas de comer no se juega.

De todas formas, uno puede llegar a asumir la necesidad de ciertos ajustes, pero no deja de resultar llamativo el vaivén y el juego de decisiones en uno y otro sentido. Este mismo año, hace unos pocos meses, el mismo Gobierno firmó un aumento de sueldo de los funcionarios públicos de un 0,3% y ahora que, según se nos dice, estamos saliendo de la crisis, lo que decide es reducirlo una media de un 5%. ¿En qué quedamos? ¿No sabían entonces lo que está pasando? ¿nadie es responsable entonces o ahora? O son tontos o nos toman por tontos. O, segura y desgraciadamente, las dos cosas.

Por otro lado, si se quiere realmente que uno acepte las medidas como algo necesario —en la línea del "estosololoarreglamosentretodos"— en estos casos no está de más predicar con el ejemplo, pero hacerlo de verdad, sin medias tintas ni poses para la galería. En su anuncio de medidas, el presidente del gobierno ha anunciado que ellos también se van a bajar el sueldo un 15%. Qué menos, ¿no presumen de ser funcionarios o servidores públicos? Calculo que ese porcentaje va a ser el mismo que el de muchas otras personas cuyo sueldo real —añadan dietas, complementos, prebendas y otras gaitas— no alcanzará ni a la mitad. Ya lo veremos. Pero no sólo es eso. Hace falta mucho más ejemplo.

Me dice un amigo que, como siempre, la crisis la vamos a pagar los funcionarios. No es verdad, le digo. Hay muchos otros que ya la han pagado, y mucho más que los funcionarios, como los parados o los pequeños empresarios que han visto quebrar su negocio, o los que nunca tuvieron nada ni siquiera antes de la crisis y ahora menos. Pero lo indudable es que hay algunos que nunca la van a pagar. Y entre estos últimos también está el gobierno.

martes, 11 de mayo de 2010

El humilde valor de una fecha

Esta mañana, preparando la edición de un librito ajeno, estábamos buscando una fecha relevante para cerrarlo ("se acabo de imprimir el día tal de tal, conmemoración de cual, en los talleres de..."), una referencia significativa —y en ese caso laica, por supuesto— que sirviera para levantar humilde acta del momento en el que la publicación levó anclas o nació a la vida; y uno cae en la cuenta de la importancia que tiene para nosotros, seres finitos que vivimos en el tiempo, celebrar el tiempo mismo; como este mismo día, once de mayo de 2010 —día de los santos Antimo, Fabio, Anastasio, Susana, Esteban, Longinos, Demetrio, Florencio, Evelio, Poncio y Estela y algunos más— el mismo que nací a la vida hace ya cuarenta y cuatro años. Deo gratia.

lunes, 10 de mayo de 2010

Saber y comprender

Un experto en fútbol no es necesariamente alguien que sepa jugar al fútbol; un experto en filosofía en ocasiones no es una persona sabia, ni un teólogo tiene por qué ser un creyente ni un místico; un especialista en paz y derechos humanos no es automáticamente sinónimo de una persona justa y pacífica... Hemos construido un mundo en el que hemos disociado el conocimiento de la realidad, y hemos confiado su administración a especialistas que a menudo sólo saben, pero no necesariamente comprenden; y a lo mejor no son expertos lo que necesitamos, sino místicos (o las dos cosas)... El economista Manfred Max-Neef escribe que el problema es que sabemos mucho, pero comprendemos poco, y que "sólo podemos pretender comprender aquello de lo cual nos hacemos parte" (El mundo en ruta de colisión y otros escritos).

sábado, 8 de mayo de 2010

La cuestión del velo

En el comentario de hace un par de días, a falta de tiempo y espacio, se me quedó en el tintero que tengo desparramado en la cabeza la cuestión de los símbolos religiosos, a la que hice referencia de pasada; más concretamente la relativa al uso personal, en espacios públicos, de prendas que para los que las llevan tienen un significado cultural o religioso —¿hay alguna prenda que no tenga un significado cultural? El asunto, como se sabe, ha ocupado buena parte de los medios de comunicación en los últimos meses, desde que en el mes de febrero una adolescente decidiera acudir a su instituto con la cabeza cubierta con el hiyab, una práctica prohibida por el reglamento de ese centro, que al parecer limita el uso de prendas en la cabeza en el interior del edificio.

El asunto no es nuevo ni dentro ni fuera de España. En nuestro país ya se planteó en circunstancias muy similares hace unos ocho años, y ahora reaparece de nuevo sin que al parecer sepamos darle una respuesta coherente, inundados por opiniones y tomas de postura y envueltos en argumentos muchas veces contradictorios. No cabe duda que se trata de un asunto complejo —o de un caso difícil— con muchos matices, por lo que no aspiro a darle una solución definitiva, sino únicamente plantear algunos argumentos.

En realidad, hay que recordar que lo que está en juego en el asunto del velo en la escuela es la cuestión de la libertad religiosa y sus límites. No estamos hablando de cualquier cosa, sino de un derecho fundamental reconocido constitucionalmente. Sobre ese derecho, la filósofa Martha Nussbaum identificaba en su último libro seis grandes principios que estructuran el edificio jurídico-político de la libertad de conciencia. En mi opinión, todos esos principios son reconducibles a dos fundamentales: el principio de libertad (cada uno está en su derecho de creer o no creer lo que estime oportuno, de actuar conforme a sus creencias y de ser respetado por ello) y el de igualdad (nadie puede ser discriminado en función de sus creencias). Digo que estos dos son los fundamentales porque el resto de los principios podrían interpretarse como una consecuencia o derivación de los mismos. Por ejemplo, el principio de aconfesionalidad del Estado es una consecuencia lógica de los otros dos: no puede haber religión oficial porque si no se violarian los principios de libertad e igualdad.

Ahora bien, es de perogrullo pensar que como todo derecho, el de libertad religiosa también tiene sus límites, derivados precisamente de la existencia de otros individuos con ese y otros derechos. Así, las prácticas o expresiones religiosas pueden verse limitadas cuando exista una justificación. Por ejemplo: una procesión —al igual que una manifestación— puede exigir ciertas restricciones (sobre el horario, el recorrido, etc.) para garantizar la libre circulación del resto de los ciudadanos; o por razones de salud pública pueden condicionarse determinadas prácticas cultuales. Pero en ambos casos tales prácticas no se limitan por el hecho de ser religiosas, sino por otras razones de peso superior y de carácter general. No siempre es ni ha sido así. Hubo un tiempo en el que darse un baño no era ilegal, pero si lo era bautizar por inmersión, lo que hoy consideraríamos totalmente injustificado. O por llevar la reflexión a un terreno más cercano, la práctica de un deporte de choque en el colegio puede exigir en ocasiones que quienes lo practican no lleven ningún tipo de cadenas al cuello, para evitar posibles accidentes; en este caso, como en otros, la razón de esa norma no estribaría en que tales símbolos expresen una identidad religiosa o cultural, sino en el riesgo que puede suponer portar ese adorno al practicar una determinada actividad física. Una vez más: la limitación no puede derivar del hecho de que esa prenda tenga un significado religioso, sino por otras razones. Y es más, consideraríamos fraudulento que se impusiera una limitación general cuyo objetivo fuera en realidad limitar indirectamente la libertad de determinados individuos (por ejemplo: no sería de recibo una norma que prohibiera portar prendas en la cabeza con carácter general si a la vista de las circunstancias la intención de la misma fuera únicamente evitar que alguien pudiera llevar un hiyab).

Pongamos algún otro ejemplo: en algunas ciudades de Estados Unidos está prohibido, bajo pena de multa, llevar los pantalones caídos enseñando la ropa interior (tal como suelen hacer algunos adolescentes). Sí sí, es cierto (vean aquí). A muchos, la norma nos puede parecer tan ridícula y absurda como la costumbre de llevar los pantalones caídos; y por lo mismo, injustificable. Ahora bien, ¿la consideraríamos justificada por el hecho de que llevar así los pantalones tuviera para esos jóvenes un significado religioso o cultural? (Como si no lo tuviera en realidad, e incluso casi religioso, pero ese, nuevamente, es otro tema). En mi opinión no, estaría aún menos justificada. Por eso, la práctica del velo islámico, como cualquier otro atuendo religioso personal, puede verse limitada si exiten otras razones que justifiquen la limitación de la libertad individual, pero no por el hecho de que se trate de una práctica religiosa. Es más, también habría quienes defenderían —y esto es más complejo— que el hecho de tratarse de una práctica religiosa puede eximir de otras obligaciones. Es otro de los principios de Nussbaum que recoge el derecho norteamericano: el de "accommodation" o excepción de las minorías, según el cual "en ocasiones, algunas veces las personas deben ser eximidas del cumplimiento de normas generales por razones de conciencia".

De todas maneras, muchos pensarán que en el caso que da origen a este comentario (el de la adolescente en el instituto) se dan dos circunstancias que lo complican aún más: el hecho de tratarse de una menor y en el interior de una escuela. ¿Y? ¿Acaso los menores no son titulares del derecho de libertad religiosa?¿y en la escuela no puede ejercerse ese derecho?¿por qué? Discuss.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Aforismo

De tanto disparatar con las palabras, al aforista le estallaron en las manos.

(Y después de escribirlo pensó: "¡Uf!, menos mal que sólo eran de fogueo")

martes, 4 de mayo de 2010

Dios y el César

Leyendo poemas de Roque Dalton, me he encontrado estas "variaciones sobre una frase de Cristo", escritas a principios de los años 70 del siglo pasado, en un país en guerra y poco tiempo antes de morir asesinado:

I

Dad a Dios lo que es de Dios
y al gobierno fascista del presidente Molina
lo que es del gobierno fascista del presidente Molina.

Yo no pretendo saber desde mi pequeñez
todo lo que es de Dios

Pero sí estoy seguro de lo que debemos dar
al gobierno fascista del presidente Molina.

II

Dad a Dios lo que es de Dios
y al gobierno de los ricos
lo que es del gobierno de los ricos.
Pero
¿qué más vamos a darle al gobierno de los ricos
si con ayuda de su gobierno los ricos ya acabaron
de quitárnoslo todo?

No cabe duda de que una de las escenas más enigmáticas de los evangelios es la del tributo al emperador. Ustedes ya la conocen: después de escuchar las parábolas alusivas al reino de Dios, y al parecer al sentirse aludidos por ellas, la narración dice que los fariseos buscaban un modo de enredar a Jesús con sus palabras. Para ello, le plantearon una cuestión comprometida y enrevesada en aquel contexto de la dominación romana: "¿Es lícito pagar tributo al César?". La respuesta de Jesús, mostrando la moneda de un denario, es de sobras conocida: "Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios" (Mt. 22,15-22).

Desde la Edad Media, la frase del nazareno empezó a interpretarse como una fórmula de equilibrio y no confrontación entre lo político y lo religioso —en un tiempo en el que lo que ya se buscaba era, precisamente, la mutua legitimación de ambos poderes—; y en buena medida esa es la interpretación que se ha generalizado en nuestros días, a modo de síntesis de una laicidad que parte de la diferenciación de esferas entre las iglesias y el estado, lo moral y lo legal, el creyente y el ciudadano. Actualmente es habitual encontrarse la referencia al precepto evangélico en muchos textos de filosofía moral o política, como forma precisamente de reafirmar la separación y no confusión entre lo religioso y lo que no lo es. La sentencia del evangelio de Mateo viene a ser una de las claves de lectura de muchas definiciones de laicidad (la otra podría ser la frase de Grocio "etsi Deus non daretur", pero esa requiere un comentario diferente).

El problema de esa interpretación de las palabras que Mateo pone en boca de Jesús es que sirve para reafirmar aún más la estricta separación entre lo sagrado y lo profano, que muchos podrían pensar que el cristianismo habría venido a difuminar ("la religión de la salida de la religión" que dice M. Gauchet); y además aboca a la privatización de la fe y la identidad religiosa, que no debe traspasar nunca el umbral de la ciudad (o debe quedarse en casa). Una privatización que no sólo no es legítima, sino que resulta imposible: "Cuando entro a una Iglesia me quito el sombrero, no la cabeza", ironizaba Chesterton. Del mismo modo, y ahora que esta tan de actualidad la cuestión de los símbolos, cuando un creyente entra en la ciudad puede quitarse la toca, la kipá o el hiyab, pero no la conciencia. ¿Y por qué ha de quitárselos? (bueno, lo de los símbolos lo dejamos para otro día).

Habermas se pregunta: "¿Puede el estado prescribir a estos ciudadanos [los creyentes] una escisión de su existencia en una sección pública y otra privada, por ejemplo mediante la obligación de justificar sus posturas en la vida política solamente con motivos no religiosos?" (J. Habermas, "la conciencia de lo que falta", en Carta al Papa. Consideraciones sobre la fe, Paidós, 2009, pp. 72-73). La respuesta es que no (aunque ellos tampoco pueden imponer a quienes no tienen esos motivos su propia expresión religiosa, que debe aceptar también la autoridad de la razón "natural").

Hay otra forma de entender la frase de Jesús, diferente a la anterior, pero que no se opone en modo alguno al reconocimiento de la laicidad, sino que, al contrario, la reafirma y radicaliza, al subrayar la soberanía de la conciencia por encima de toda estructura de poder y dominación (sea política o eclesiástica). Desde ese punto de vista, la respuesta de Jesús quiere liberar al hombre de cualquier sumisión. En diálogo con Habermas, Josef Schmidt dice que "la adoración de un solo dios libera al hombre de todos los posibles ídolos y poderes terrenales" (Ibidem, p. 188). Y más clara y radicalmente, la norteamericana Dorothy Day decía que una vez que se ha dado a Dios lo que le corresponde, ya no queda nada para el César. O para el presidente Molina.

lunes, 3 de mayo de 2010

Evanescencias de la razón

Leo que el filósofo Karl Jaspers le preguntó al también filósofo Martin Heidegger: "¿Cómo puede usted pensar que un hombre tan inculto como Hitler va a poder gobernar Alemania?". A lo que su hipnotizado colega respondió: "La cultura no tiene importancia. ¡Observe sus maravillosas manos!". A veces, la sensibilidad también puede nublar la vista; y las delicadas manos de un pianista pueden acabar firmando decretos de exterminio.

domingo, 2 de mayo de 2010

Las cosas que no pasan

El viernes pasado me compré un libro de aforismos en un bar. Todavía tenían a la venta un puñado de ejemplares, restos de una presentación que su autor había hecho hace más o menos un año allí mismo. Cuando me puse a leerlo, a la mañana siguiente, descubrí al abrirlo que de tanto estar esperando en la estantería detrás de la barra, sus hojas habían adquirido ese típico aroma de inframundo que tiene la mezcla del alcohol y el tabaco altamente concentrados en un espacio cerrado; como el perfume de la resaca que queda en la ropa después de una noche de copas. Y yo, que me había puesto a leer escuchando de fondo el Epitafio de Seikilos interpretado por Luis Paniagua, me encontré de pronto envuelto en una oscura nube noctámbula que parecía exprimir una versión de garito de una canción de Joaquín Sabina, o de algún grupo joven de esos que llaman de rock alternativo. Yo qué sé.

Por un momento pensé que podía ser el propio aroma de la tinta y el papel, en ocasiones también característico; o que incluso el autor y la editorial habrían buscado darle ese toque distintivo y personal a la edición —como en los libros infantiles que ilustran la narración con imágenes que, al frotarlas, desprenden algún olor relacionado con la historia—, un toque que, en todo caso, parecía ajustarse a la filosofía del texto.

De todas maneras, como el olor era un poco fuerte, pensé que lo mejor era orear el libro y lo tendí, junto al resto de la ropa, al aire y la luz de la primavera. Hoy por la mañana, al recogerlo, me he dado cuenta de que algunas páginas y párrafos estaban totalmente en blanco. Al parecer se han evaporado. Eran humo.