lunes, 22 de marzo de 2010

La risa de Sara

A veces, las cosas más importantes se dicen en broma. A menudo nos hacemos una imagen tan seria, tan grave o tan difícil de Dios, que se nos hace imposible reconocerlo allí donde más se muestra: en la alegría, en la risa. Según un proverbio judío "el hombre piensa, Dios ríe". Con esa idea en la cabeza, algún poeta ha dicho que sólo es posible alcanzar a Dios con el humor; Simone Weil nos recordó que lo contrario de la gravedad es la gracia; y Pablo de Tarso, el converso, el adusto publicano, recordaba a la comunidad de Filipenses: "Tened siempre la alegría del Señor; os lo repito, estad alegres..." (Flp 4,4).

Escuchad esta historia del Génesis (Gen 18,1-15):

El Señor se apareció a Abrahán junto al encinar de Mambré, mientras él estaba sentado a la puerta de la tienda, porque apretaba el calor. En el curso de la conversación, el Señor le preguntó a Abrahán:

—¿Dónde está Sara, tu mujer?

Abrahán contestó:

—Ahí, en la tienda.

Dijo Dios:

—Para cuando yo vuelva a verte, en el plazo normal, Sara habrá tenido un hijo.

Sara lo oyó, detrás de la puerta de la tienda, y le entró la risa, porque Abrahán y Sara eran ancianos, de edad muy avanzada, y Sara no tenía sus periodos. Sara se rió por lo bajo pensando: "Cómo que voy a tener un hijo, a mis años. Cuando ya estoy seca, ¿voy a tener placer con un marido tan viejo?". Pero el Señor dijo a Abrahán:

—¿Por qué se ha reído Sara?¿Hay algo difícil para Dios?

Sara lo negó: "No me he reído".
Pero él replicó: "No lo niegues, te has reído".

Como dice Joan Guasp, realmente hay que tener mucho sentido del humor para creer ciertas historias bíblicas. Para tener fe, hay que tener mucho sentido del humor. Como Sara.

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