Hace unos días Imanol Zubero se hacía eco en su blog de la información publicada en el periódico El Correo Digital con el título "asesinos ilustrados", en la que se daba cuenta de la personalidad culta y refinada de uno de los terroristas etarras detenidos recientemente, reconstruida a través de una correspondencia plagada de referencias literarias y filosóficas. Zubero subrayaba que el perfil del terrorista que dibujaba el diario se alejaba del que habíamos venido conociendo en los últimos tiempos: Ya no se trata sólo de una ETA de Ni-Nis, decía gráficamente el sociólogo, sino también de Con-Cons (con estudios y con lecturas), pero lo mismo da.
Sin embargo, el caso de los terroristas etarras mencionados no es el único. Curiosamente, él mismo día que aparecía la información de El Correo, en el diario El Mundo podía leerse otra relativa al "extraño caso" del doctor Karadzic, el lider serbobosnio responsable entre otras lindezas del asedio de Sarajavo o la matanza de Sebrenica, que es y se presenta a así mismo como un psiquiatra y escritor cultivado, autor de libros de poesía, teatro, ensayo y literatura infantil.
Uno puede pensar que, simplemente, los ilustrados asesinos a los que se refieren ambas informaciones no supieron sacar provecho de sus estudios y lecturas. O también que a lo mejor no bastaban esos estudios y lecturas. No deberíamos olvidar, por ejemplo, que las Universidades alemanas fueron uno de los pilares más entusiastas en el apoyo al ascenso del nazismo (lo que no quiere decir que todos los universitarios lo fueran).
George Steiner ya nos recordó en su momento que "algunos de los hombres que concibieron y administraron Auschwitz habían sido educados para leer a Shakespeare y a Goethe, y que no dejaron de leerlos" (Lenguaje y silencio, Barcelona, Gedisa, 1994, p. 25); y que, muy a menudo, las ciencias y las letras no nos han proporcionado más que "un decorado, una fioritura, un hermoso marco para el horror" (La barbarie de la ignorancia, Madrid, Taller de Mario Muchnik, 1999, p. 59).
Como dijo gráficamente hace ya tiempo el escritor José Jiménez Lozano, "el hombre no se ennoblece a fuerza de leer a Platón, ni con la música de Beethoven. Se refina, eso es todo, no nos hagamos ilusiones" (citado en F. Alda, La salamandra en el fondo del pozo, Diputación provincial de Ávila, 1988, pp. 45-46). Conviene no olvidarlo.
Sin embargo, el caso de los terroristas etarras mencionados no es el único. Curiosamente, él mismo día que aparecía la información de El Correo, en el diario El Mundo podía leerse otra relativa al "extraño caso" del doctor Karadzic, el lider serbobosnio responsable entre otras lindezas del asedio de Sarajavo o la matanza de Sebrenica, que es y se presenta a así mismo como un psiquiatra y escritor cultivado, autor de libros de poesía, teatro, ensayo y literatura infantil.
Uno puede pensar que, simplemente, los ilustrados asesinos a los que se refieren ambas informaciones no supieron sacar provecho de sus estudios y lecturas. O también que a lo mejor no bastaban esos estudios y lecturas. No deberíamos olvidar, por ejemplo, que las Universidades alemanas fueron uno de los pilares más entusiastas en el apoyo al ascenso del nazismo (lo que no quiere decir que todos los universitarios lo fueran).
George Steiner ya nos recordó en su momento que "algunos de los hombres que concibieron y administraron Auschwitz habían sido educados para leer a Shakespeare y a Goethe, y que no dejaron de leerlos" (Lenguaje y silencio, Barcelona, Gedisa, 1994, p. 25); y que, muy a menudo, las ciencias y las letras no nos han proporcionado más que "un decorado, una fioritura, un hermoso marco para el horror" (La barbarie de la ignorancia, Madrid, Taller de Mario Muchnik, 1999, p. 59).
Como dijo gráficamente hace ya tiempo el escritor José Jiménez Lozano, "el hombre no se ennoblece a fuerza de leer a Platón, ni con la música de Beethoven. Se refina, eso es todo, no nos hagamos ilusiones" (citado en F. Alda, La salamandra en el fondo del pozo, Diputación provincial de Ávila, 1988, pp. 45-46). Conviene no olvidarlo.
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