jueves, 25 de marzo de 2010

De la amistad

Cuando se quiere hablar de la amistad, siempre hay dos referencias que resultan inevitables. Una es Cicerón, la otra Montaigne. Este último, como se sabe, le dedicó a la amistad uno de los capítulos de sus Essais, aunque en realidad el objeto de su reflexión no era la amistad en abstracto sino en concreto, la que le unió a Étienne de la Boétie; y allí, en los ensayos, dice Montaigne que "en la amistad no hay más negocio ni trato que con ella misma". Pues así, sin más negocio ni interés que el compartir un buen rato, por puro placer de charlar y celebrar la amistad, nos hemos ido a comer al TOPI, la Escuela de Hostelería del Picarral, y a disfrutar pensando lo mucho que se puede hacer con poco.

Hablando de la amistad, Montaigne recordaba un ejemplo antiguo y curioso que sirve para pensar hasta qué punto solemos invertir el sentido de lo que puede llegar a ser un amigo y un regalo:

"El corinto Eudáminas tenía dos amigos: Charixeno, sicionio y Areteo, corintio. Al ir a morir, siendo él pobre y ricos sus dos amigos, hizo de esta forma su testamento: Lego a Areteo el alimentar a mi madre y el mantenerla en su vejez; a Charixeno el casar a mi hija dándole la dote mayor que pueda; y en caso de que fallezca uno de los dos, sustitúyolo en lo que a su parte se refiere, por el que sobreviva. Los que vieron primero este testamento, burláronse de él; mas habiéndose enterado sus herederos, aceptáronlo con singular contento. Y cinco días después, al morir uno de ellos, Charixeno, abierta la sustitución en favor de Areteo, éste alimentó cariñosamente a la madre; y de los cinco talentos que poseía, dióle dos y medio como dote a su única hija y dos y medio como dote a la hija de Eudáminas, cuyas bodas realizó el mismo día".

[PD: Después de leer uno de los comentarios de hace días ("La risa de Sara"), M. me dice que ella no tiene sentido del humor. Pero decir que "para tener fe hay que tener sentido del humor" no significa que quien no tiene fe no tiene sentido del humor, sino al revés, que quien no tiene humor, difícilmente puede tener fe. Sara decía riéndose que no se había reído, como nos contó el escriba de Sara de Ur, de José Jiménez Lozano]

No hay comentarios:

Publicar un comentario