miércoles, 24 de marzo de 2010

Escepticismo e ironía

Hay quienes escriben para contar lo que han encontrado y quienes escriben para seguir buscando. Para mi, que este segundo es el caso de Ángel Garcés Sanagustín. Digo esto porque ayer me di cuenta de que entre la montaña de papeles y libros pendientes que inunda la mesa de trabajo seguía el último libro de Ángel, que hace ahora un mes apareció en mi casillero del correo: "El código del buen corrupto (y otros desvaríos de la España plural, de género y mediomabientalmente sostenible)", una selección de algunos de los artículos que su autor ha publicado en los últimos años en distintos medios de comunicación, editada por la Diputación Provincial de Zaragoza. Es verdad que el artículo de prensa es de por sí efímero —"como dejar estelas en la mar", dice Ángel— pero incluso sacado de su contexto, podemos distinguir un buen escrito en el regusto que deja en la boca de sal.

Los artículos que se recogen en "El código del buen corrupto" no son sólo comentarios políticos al uso para responder a las últimas declaraciones o contraatacar la columna del contrario. Aunque enrraizados (como no puede ser de otro modo) en la actualidad del momento en que se escriben, en los textos seleccionados se encuentran reflexiones de fondo sobre la naturaleza humana, análisis jurídico, artículos de costumbres e incluso alguna pequeña pieza literaria. Algunos de los artículos están llenos de humor ("Democracia posmoderna y gasto público", por ejemplo) y otros de sentido ("Las siamesas Krivoshliapova"). Y en todos esa especie de aguijón que mueve a la reflexión... y al compromiso.

Ángel se define a si mismo como "un tipo raro". Y si el lo dice, lo será. Pero no cabe duda que, al leerle, buena parte de su rareza se debe a esa mezcla de mordacidad, escepticismo y lucidez que destilan sus escritos. Así como el filósofo del Derecho granadino Nicolás López Calera, dice que la "malafollá" es la esencia del ser granadino, el antropólogo y filósofo aragonés Andrés Ortíz-Osés ha señalado el escepticismo socarrón, o "somarda", como lo propio del ser aragonés en su "Amor y humor. Claves para vivir la vida (A la sombra de Pedro Saputo)" (Rolde de Estudios Aragoneses, 2007, p. 285):

"Así que el somarda aragonés es un tipo que va a su aire, quema porque está algo quemado o socarrado por esta vida tragicómica y se abre al otro escépticamente. El escepticismo aragonés es nuestra mejor aptitud, pero puede ser nuestra peor actitud: la mejor aptitud cuando es inteligente y la peor actitud cuando es cerril.
El escepticismo inteligente considera la vida como tragicomedia a asumir y remediar, mientras que el escepticismo indigente considera la vida como una degradación o conspiración imparable, lo cual nos ha llevado a cierto fatalismo paralizante del que sólo se sale por reacción aniquiladora (un peligroso nihilismo prototípico de nuestros lares).
El escepticismo aragonés tiene en Baltasar Gracián su arquetipo real y en el Pedro Saputo su deriva somarda. Pero en ambos casos se trata positivamente de un escepticismo inteligente que critica al heroísmo tradicional fatuo en nombre de un héroe antiheroico, el cual es un héroe relativizador. Un tal héroe de secano es sentencioso, y sabe que el excesivo verdor engaña y el escueto páramo no miente. El héroe antiheroico aragonés exhibe una cordura dura desde el capitolio de una testa testaruda".

Olvídense de las esencias identitarias, y quédense con lo esencial. Los textos de Ángel Garcés que se recogen en El código del buen corrupto posiblemente serían una buena muestra de esa somardez propia del ser aragonés. Rezuman escepticismo, inteligencia e ironía; la propia además de una generación que, como él mismo dice, ha llegado tarde a todo. Pero también están llenos de pasión; y de ideas "porque la crisis que padecemos es también, y fundamentalmente, una crisis de ideas".

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