sábado, 13 de marzo de 2010

Conviene desconfiar de lo casi-igual

En uno de sus cuentos ("Potasio", en El sistema periódico, Barcelona, El Aleph, 2007), Primo Levi recordaba que cuando estaba acabando sus estudios de química (enero de 1941) le encargaron hacer un experimento: depurar benzeno. Los manuales, cuenta, "mandaban rectificarlo y luego someterlo a una última destilación en presencia de sodio para liberarlo de los últimos rastros de humedad". No sé lo que eso significa, pero el caso es que cuando llegó el momento de llevar a cabo esa segunda destilación no encontró en el Instituto ni rastro de sodio, así que decidió utilizar un grumo de potasio del grosor de medio guisante (como mandaban los mnuales respecto al sodio). Al fin y al cabo, se dijo, "el potasio es hermano gemelo del sodio". El problema es que la reacción del potasio al contacto con el aire y el agua es diferente a la del sodio. Y el resultado fue un estallido y una llamarada que prendió los visillos, chamuscó las tablas de las contraventanas y llenó el local de humo, mientras el futuro escritor y entonces joven aprendiz de químico se esforzaba por sofocar el fuego.

Así, pues, se decía Primo Levi, "conviene desconfiar de lo casi-igual (el sodio es casi igual al potasio, pero con el sodio no habría ocurrido nada), de lo prácticamente idéntico, del poco más o menos, del 'o sea', de todos los sucedáneos y de todos los remiendos. Las diferencias pueden ser pequeñas, pero llevan a consecuencias radicalmente distintas, como el cambio de agujas en un tren. El oficio del químico consiste en gran parte en defenderse de estas diferencias, en conocerlas de cerca, en prever las consecuencias. Y no sólo el oficio del químico". Es verdad, no sólo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario