miércoles, 31 de marzo de 2010
martes, 30 de marzo de 2010
Cantando al unísono
Hoy tocaba cantar, concierto esta tarde de martes santo en la Basilica de Santa Engracia, disfrutando de "la humilde magnificencia, el sobrio esplendor del canto gregoriano" (Joris-Karl Huysmans), a pesar de sus imperfecciones.
La dificultad de cantar gregoriano al unísono me recuerda siempre las palabras de Bonhoeffer sobre la comunidad: "El canto al unísono, por difícil que sea, más que musical, es una cuestión espiritual. Sólo en la comunidad donde cada uno adopta interiormente una actitud de recogimiento y disciplina, el canto puede brindarnos el gozo que le es propio, incluso con imperfecciones musicales" (Vida en comunidad). Es decir, cuando no soy yo el que canta, sino la comunidad, aunque yo participe de ese canto.
La dificultad de cantar gregoriano al unísono me recuerda siempre las palabras de Bonhoeffer sobre la comunidad: "El canto al unísono, por difícil que sea, más que musical, es una cuestión espiritual. Sólo en la comunidad donde cada uno adopta interiormente una actitud de recogimiento y disciplina, el canto puede brindarnos el gozo que le es propio, incluso con imperfecciones musicales" (Vida en comunidad). Es decir, cuando no soy yo el que canta, sino la comunidad, aunque yo participe de ese canto.
lunes, 29 de marzo de 2010
sábado, 27 de marzo de 2010
Aguzando el oído
En los Diálogos post-seculares de G. Amato y V. Paglia (Icaria, 2006), leo que "El físico Franco Rossetti, brazo derecho de Enrico Fermi, en cuanto se dio cuenta de que las investigaciones que estaban llevando a cabo tenían por objetivo la realización de una potentísima arma de destrucción de efectos incalculables, se negó a participar en ellas. Es una figura poco conocida, pero resulta un ejemplo significativo de que la ciencia y la ética, si dialogan , aportan un plus de racionalidad" (pp. 50-51).
Rebusco en Internet a ver si me entero un poco más de quién era ese tal Rossetti, de las razones de su postura y de las consecuencias y circunstancias de su decisión, pero de momento no encuentro nada. Seguramente no he buscado bien; o tal vez fuera una figura de segunda fila; o posiblemente, también, a muy pocos interesó entonces (y ahora) su postura. Y de ahí que haya quedado silenciada. En todo caso, si se escucha, a veces el silencio dice más que las palabras. "Niente riesce a cantare il silenzio meglio di voi" (Alda Merini). Sigamos pues buscando; peguemos el oído.
jueves, 25 de marzo de 2010
De la amistad
Cuando se quiere hablar de la amistad, siempre hay dos referencias que resultan inevitables. Una es Cicerón, la otra Montaigne. Este último, como se sabe, le dedicó a la amistad uno de los capítulos de sus Essais, aunque en realidad el objeto de su reflexión no era la amistad en abstracto sino en concreto, la que le unió a Étienne de la Boétie; y allí, en los ensayos, dice Montaigne que "en la amistad no hay más negocio ni trato que con ella misma". Pues así, sin más negocio ni interés que el compartir un buen rato, por puro placer de charlar y celebrar la amistad, nos hemos ido a comer al TOPI, la Escuela de Hostelería del Picarral, y a disfrutar pensando lo mucho que se puede hacer con poco.
Hablando de la amistad, Montaigne recordaba un ejemplo antiguo y curioso que sirve para pensar hasta qué punto solemos invertir el sentido de lo que puede llegar a ser un amigo y un regalo:
"El corinto Eudáminas tenía dos amigos: Charixeno, sicionio y Areteo, corintio. Al ir a morir, siendo él pobre y ricos sus dos amigos, hizo de esta forma su testamento: Lego a Areteo el alimentar a mi madre y el mantenerla en su vejez; a Charixeno el casar a mi hija dándole la dote mayor que pueda; y en caso de que fallezca uno de los dos, sustitúyolo en lo que a su parte se refiere, por el que sobreviva. Los que vieron primero este testamento, burláronse de él; mas habiéndose enterado sus herederos, aceptáronlo con singular contento. Y cinco días después, al morir uno de ellos, Charixeno, abierta la sustitución en favor de Areteo, éste alimentó cariñosamente a la madre; y de los cinco talentos que poseía, dióle dos y medio como dote a su única hija y dos y medio como dote a la hija de Eudáminas, cuyas bodas realizó el mismo día".
Hablando de la amistad, Montaigne recordaba un ejemplo antiguo y curioso que sirve para pensar hasta qué punto solemos invertir el sentido de lo que puede llegar a ser un amigo y un regalo:
"El corinto Eudáminas tenía dos amigos: Charixeno, sicionio y Areteo, corintio. Al ir a morir, siendo él pobre y ricos sus dos amigos, hizo de esta forma su testamento: Lego a Areteo el alimentar a mi madre y el mantenerla en su vejez; a Charixeno el casar a mi hija dándole la dote mayor que pueda; y en caso de que fallezca uno de los dos, sustitúyolo en lo que a su parte se refiere, por el que sobreviva. Los que vieron primero este testamento, burláronse de él; mas habiéndose enterado sus herederos, aceptáronlo con singular contento. Y cinco días después, al morir uno de ellos, Charixeno, abierta la sustitución en favor de Areteo, éste alimentó cariñosamente a la madre; y de los cinco talentos que poseía, dióle dos y medio como dote a su única hija y dos y medio como dote a la hija de Eudáminas, cuyas bodas realizó el mismo día".
[PD: Después de leer uno de los comentarios de hace días ("La risa de Sara"), M. me dice que ella no tiene sentido del humor. Pero decir que "para tener fe hay que tener sentido del humor" no significa que quien no tiene fe no tiene sentido del humor, sino al revés, que quien no tiene humor, difícilmente puede tener fe. Sara decía riéndose que no se había reído, como nos contó el escriba de Sara de Ur, de José Jiménez Lozano]
miércoles, 24 de marzo de 2010
Escepticismo e ironía
Hay quienes escriben para contar lo que han encontrado y quienes escriben para seguir buscando. Para mi, que este segundo es el caso de Ángel Garcés Sanagustín. Digo esto porque ayer me di cuenta de que entre la montaña de papeles y libros pendientes que inunda la mesa de trabajo seguía el último libro de Ángel, que hace ahora un mes apareció en mi casillero del correo: "El código del buen corrupto (y otros desvaríos de la España plural, de género y mediomabientalmente sostenible)", una selección de algunos de los artículos que su autor ha publicado en los últimos años en distintos medios de comunicación, editada por la Diputación Provincial de Zaragoza. Es verdad que el artículo de prensa es de por sí efímero —"como dejar estelas en la mar", dice Ángel— pero incluso sacado de su contexto, podemos distinguir un buen escrito en el regusto que deja en la boca de sal.
Los artículos que se recogen en "El código del buen corrupto" no son sólo comentarios políticos al uso para responder a las últimas declaraciones o contraatacar la columna del contrario. Aunque enrraizados (como no puede ser de otro modo) en la actualidad del momento en que se escriben, en los textos seleccionados se encuentran reflexiones de fondo sobre la naturaleza humana, análisis jurídico, artículos de costumbres e incluso alguna pequeña pieza literaria. Algunos de los artículos están llenos de humor ("Democracia posmoderna y gasto público", por ejemplo) y otros de sentido ("Las siamesas Krivoshliapova"). Y en todos esa especie de aguijón que mueve a la reflexión... y al compromiso.
Ángel se define a si mismo como "un tipo raro". Y si el lo dice, lo será. Pero no cabe duda que, al leerle, buena parte de su rareza se debe a esa mezcla de mordacidad, escepticismo y lucidez que destilan sus escritos. Así como el filósofo del Derecho granadino Nicolás López Calera, dice que la "malafollá" es la esencia del ser granadino, el antropólogo y filósofo aragonés Andrés Ortíz-Osés ha señalado el escepticismo socarrón, o "somarda", como lo propio del ser aragonés en su "Amor y humor. Claves para vivir la vida (A la sombra de Pedro Saputo)" (Rolde de Estudios Aragoneses, 2007, p. 285):
"Así que el somarda aragonés es un tipo que va a su aire, quema porque está algo quemado o socarrado por esta vida tragicómica y se abre al otro escépticamente. El escepticismo aragonés es nuestra mejor aptitud, pero puede ser nuestra peor actitud: la mejor aptitud cuando es inteligente y la peor actitud cuando es cerril.
El escepticismo inteligente considera la vida como tragicomedia a asumir y remediar, mientras que el escepticismo indigente considera la vida como una degradación o conspiración imparable, lo cual nos ha llevado a cierto fatalismo paralizante del que sólo se sale por reacción aniquiladora (un peligroso nihilismo prototípico de nuestros lares).
El escepticismo aragonés tiene en Baltasar Gracián su arquetipo real y en el Pedro Saputo su deriva somarda. Pero en ambos casos se trata positivamente de un escepticismo inteligente que critica al heroísmo tradicional fatuo en nombre de un héroe antiheroico, el cual es un héroe relativizador. Un tal héroe de secano es sentencioso, y sabe que el excesivo verdor engaña y el escueto páramo no miente. El héroe antiheroico aragonés exhibe una cordura dura desde el capitolio de una testa testaruda".
Olvídense de las esencias identitarias, y quédense con lo esencial. Los textos de Ángel Garcés que se recogen en El código del buen corrupto posiblemente serían una buena muestra de esa somardez propia del ser aragonés. Rezuman escepticismo, inteligencia e ironía; la propia además de una generación que, como él mismo dice, ha llegado tarde a todo. Pero también están llenos de pasión; y de ideas "porque la crisis que padecemos es también, y fundamentalmente, una crisis de ideas".
Los artículos que se recogen en "El código del buen corrupto" no son sólo comentarios políticos al uso para responder a las últimas declaraciones o contraatacar la columna del contrario. Aunque enrraizados (como no puede ser de otro modo) en la actualidad del momento en que se escriben, en los textos seleccionados se encuentran reflexiones de fondo sobre la naturaleza humana, análisis jurídico, artículos de costumbres e incluso alguna pequeña pieza literaria. Algunos de los artículos están llenos de humor ("Democracia posmoderna y gasto público", por ejemplo) y otros de sentido ("Las siamesas Krivoshliapova"). Y en todos esa especie de aguijón que mueve a la reflexión... y al compromiso.
Ángel se define a si mismo como "un tipo raro". Y si el lo dice, lo será. Pero no cabe duda que, al leerle, buena parte de su rareza se debe a esa mezcla de mordacidad, escepticismo y lucidez que destilan sus escritos. Así como el filósofo del Derecho granadino Nicolás López Calera, dice que la "malafollá" es la esencia del ser granadino, el antropólogo y filósofo aragonés Andrés Ortíz-Osés ha señalado el escepticismo socarrón, o "somarda", como lo propio del ser aragonés en su "Amor y humor. Claves para vivir la vida (A la sombra de Pedro Saputo)" (Rolde de Estudios Aragoneses, 2007, p. 285):
"Así que el somarda aragonés es un tipo que va a su aire, quema porque está algo quemado o socarrado por esta vida tragicómica y se abre al otro escépticamente. El escepticismo aragonés es nuestra mejor aptitud, pero puede ser nuestra peor actitud: la mejor aptitud cuando es inteligente y la peor actitud cuando es cerril.
El escepticismo inteligente considera la vida como tragicomedia a asumir y remediar, mientras que el escepticismo indigente considera la vida como una degradación o conspiración imparable, lo cual nos ha llevado a cierto fatalismo paralizante del que sólo se sale por reacción aniquiladora (un peligroso nihilismo prototípico de nuestros lares).
El escepticismo aragonés tiene en Baltasar Gracián su arquetipo real y en el Pedro Saputo su deriva somarda. Pero en ambos casos se trata positivamente de un escepticismo inteligente que critica al heroísmo tradicional fatuo en nombre de un héroe antiheroico, el cual es un héroe relativizador. Un tal héroe de secano es sentencioso, y sabe que el excesivo verdor engaña y el escueto páramo no miente. El héroe antiheroico aragonés exhibe una cordura dura desde el capitolio de una testa testaruda".
Olvídense de las esencias identitarias, y quédense con lo esencial. Los textos de Ángel Garcés que se recogen en El código del buen corrupto posiblemente serían una buena muestra de esa somardez propia del ser aragonés. Rezuman escepticismo, inteligencia e ironía; la propia además de una generación que, como él mismo dice, ha llegado tarde a todo. Pero también están llenos de pasión; y de ideas "porque la crisis que padecemos es también, y fundamentalmente, una crisis de ideas".
martes, 23 de marzo de 2010
En el camino
Mientras vosotros vais,
yo vengo.
Doloroso es cruzarse en el camino.
(J. A. Labordeta, Método de lectura)
"Aquí no canta nadie esta mañana", escribía Labordeta hace casi cuarenta años. Hoy no es verdad. Al concluir el Gaudeamus Igitur, el canto tradicional con el que —a modo de himno— se cierran los actos académicos en la Universidad, y por iniciativa de los organizadores, todos los presentes entonan el "Canto a la Libertad". Una canción, que nos ha acompañado en el camino muchas veces.
Al volver a casa rebusco entre los libros y encuentro poemas señalados hace tiempo que ya había olvidado. Como este fragmento de sus "Poemas con imagen":
Es el impulso crepitar
arriba
quien defiende al pájaro
del fuego.
lunes, 22 de marzo de 2010
La risa de Sara
A veces, las cosas más importantes se dicen en broma. A menudo nos hacemos una imagen tan seria, tan grave o tan difícil de Dios, que se nos hace imposible reconocerlo allí donde más se muestra: en la alegría, en la risa. Según un proverbio judío "el hombre piensa, Dios ríe". Con esa idea en la cabeza, algún poeta ha dicho que sólo es posible alcanzar a Dios con el humor; Simone Weil nos recordó que lo contrario de la gravedad es la gracia; y Pablo de Tarso, el converso, el adusto publicano, recordaba a la comunidad de Filipenses: "Tened siempre la alegría del Señor; os lo repito, estad alegres..." (Flp 4,4).
Escuchad esta historia del Génesis (Gen 18,1-15):
El Señor se apareció a Abrahán junto al encinar de Mambré, mientras él estaba sentado a la puerta de la tienda, porque apretaba el calor. En el curso de la conversación, el Señor le preguntó a Abrahán:
—¿Dónde está Sara, tu mujer?
Abrahán contestó:
—Ahí, en la tienda.
Dijo Dios:
—Para cuando yo vuelva a verte, en el plazo normal, Sara habrá tenido un hijo.
Sara lo oyó, detrás de la puerta de la tienda, y le entró la risa, porque Abrahán y Sara eran ancianos, de edad muy avanzada, y Sara no tenía sus periodos. Sara se rió por lo bajo pensando: "Cómo que voy a tener un hijo, a mis años. Cuando ya estoy seca, ¿voy a tener placer con un marido tan viejo?". Pero el Señor dijo a Abrahán:
—¿Por qué se ha reído Sara?¿Hay algo difícil para Dios?
Sara lo negó: "No me he reído".
Pero él replicó: "No lo niegues, te has reído".
Como dice Joan Guasp, realmente hay que tener mucho sentido del humor para creer ciertas historias bíblicas. Para tener fe, hay que tener mucho sentido del humor. Como Sara.
Escuchad esta historia del Génesis (Gen 18,1-15):
El Señor se apareció a Abrahán junto al encinar de Mambré, mientras él estaba sentado a la puerta de la tienda, porque apretaba el calor. En el curso de la conversación, el Señor le preguntó a Abrahán:
—¿Dónde está Sara, tu mujer?
Abrahán contestó:
—Ahí, en la tienda.
Dijo Dios:
—Para cuando yo vuelva a verte, en el plazo normal, Sara habrá tenido un hijo.
Sara lo oyó, detrás de la puerta de la tienda, y le entró la risa, porque Abrahán y Sara eran ancianos, de edad muy avanzada, y Sara no tenía sus periodos. Sara se rió por lo bajo pensando: "Cómo que voy a tener un hijo, a mis años. Cuando ya estoy seca, ¿voy a tener placer con un marido tan viejo?". Pero el Señor dijo a Abrahán:
—¿Por qué se ha reído Sara?¿Hay algo difícil para Dios?
Sara lo negó: "No me he reído".
Pero él replicó: "No lo niegues, te has reído".
Como dice Joan Guasp, realmente hay que tener mucho sentido del humor para creer ciertas historias bíblicas. Para tener fe, hay que tener mucho sentido del humor. Como Sara.
sábado, 20 de marzo de 2010
A vueltas con la justicia
Una de las fuentes de reflexión de este pájaro es el blog de Juan Antonio García Amado, que recomiendo a quienes no lo conozcan. En uno de los últimos comentarios, desde Ecuador, nos informaba sobre una disposición contenida en los reglamentos que regulan el acceso en Ecuador a cargos como Defensor del Pueblo, miembro del Tribunal Contencioso Electoral o Fiscal General del Estado, entre otros, en la que se premiaba con dos puntos en la evaluación de los méritos a las personas "con orientación o identidad sexual pertenencientes al grupo GLTB (gays, lesbianas, bisexuales y transexuales), acreditado con declaración juramentada o certificado de organizaciones GLTB".
Me da la sensación de que con esto de querer estar a la altura del progreso, nos estamos inventando normas de discriminación positiva que no son más que meras normas discriminatorias. Pero en todo caso, el ejemplo ecuatoriano me ha recordado el cuento con el que Amartya Sen ilustra el problema sobre la justicia al que dedica su último libro (La idea de la justicia, Taurus, 2010): Tres niños (o niñas, entiéndase que estoy hablando sin distinción de sexo) se disputan una flauta. El primero alega que es el único de los tres que sabe tocarla; el segundo, que es el único tan pobre que carece de juguetes propios; y el tercero dice que es el que ha elaborado la flauta con sus propias manos. ¿A quién daremos la flauta?¿y no habrá que ensanchar el grupo de niños, para incluir a quienes aleguen, por ejemplo, los supuestos que señala la mencionada norma y muchos otros? Voy a seguir leyendo el libro a ver si encuentro alguna solución.
domingo, 14 de marzo de 2010
El final de la entrevista
Me contó que un sábado por la mañana, mientras conducía su taxi, cambió el dial de la radio y escuchó el final de una entrevista —la despedida— entre una periodista afectada de si misma y un escritor famoso. Antes de despedirse del todo, el escritor concluía con una frase-sentencia que parecía ser el resumen de la conversación que ambos —periodista y escritor— habían mantenido y él —el conductor— no había escuchado: "lo peor del mundo —dijo el intelectual radiofónico— es tener creencias y pensar que las tuyas son las buenas". ¡Menudo resumen!, pensó él.
Por lo que decía, su primera reacción al escuchar la frase fue la sorpresa (que un escritor de la talla del que hablaba, cuyos libros él había leído y disfrutado, dijera semejante estupidez y tan mal dicha... ¡quiere decir que todos podemos decirlas!), luego el análisis (¿quiere eso decir que es malo tener creencias o lo malo es tenerlas pensando que son buenas?...) y finalmente la reflexión (¿no es eso tanto como decir que es malo tener ideas y pensar que son correctas?¿lo bueno entonces es tener malas ideas o malas creencias?...).
Sí, añadió, ya sé que lo que el entrevistado quiso decir es que lo malo es despreciar al otro, menospreciarlo por el hecho de no compartir nuestras ideas o nuestras creencias, o perseguirlo y discriminarle por ello; pero quizás es eso lo que debería haber dicho y no lo que dijo, y que se puede acoger al otro además y respetarlo, aunque uno piense que está equivocado. Mientras me daba el cambio, antes de que yo abandonara el taxi, y sin citar su autoría, me recordó la frase del filósofo Roger Scruton, que yo ya conocía: "El hombre que te dice que la verdad no existe te pide que no le creas. Así que no lo hagas".
Por lo que decía, su primera reacción al escuchar la frase fue la sorpresa (que un escritor de la talla del que hablaba, cuyos libros él había leído y disfrutado, dijera semejante estupidez y tan mal dicha... ¡quiere decir que todos podemos decirlas!), luego el análisis (¿quiere eso decir que es malo tener creencias o lo malo es tenerlas pensando que son buenas?...) y finalmente la reflexión (¿no es eso tanto como decir que es malo tener ideas y pensar que son correctas?¿lo bueno entonces es tener malas ideas o malas creencias?...).
Sí, añadió, ya sé que lo que el entrevistado quiso decir es que lo malo es despreciar al otro, menospreciarlo por el hecho de no compartir nuestras ideas o nuestras creencias, o perseguirlo y discriminarle por ello; pero quizás es eso lo que debería haber dicho y no lo que dijo, y que se puede acoger al otro además y respetarlo, aunque uno piense que está equivocado. Mientras me daba el cambio, antes de que yo abandonara el taxi, y sin citar su autoría, me recordó la frase del filósofo Roger Scruton, que yo ya conocía: "El hombre que te dice que la verdad no existe te pide que no le creas. Así que no lo hagas".
sábado, 13 de marzo de 2010
Conviene desconfiar de lo casi-igual
En uno de sus cuentos ("Potasio", en El sistema periódico, Barcelona, El Aleph, 2007), Primo Levi recordaba que cuando estaba acabando sus estudios de química (enero de 1941) le encargaron hacer un experimento: depurar benzeno. Los manuales, cuenta, "mandaban rectificarlo y luego someterlo a una última destilación en presencia de sodio para liberarlo de los últimos rastros de humedad". No sé lo que eso significa, pero el caso es que cuando llegó el momento de llevar a cabo esa segunda destilación no encontró en el Instituto ni rastro de sodio, así que decidió utilizar un grumo de potasio del grosor de medio guisante (como mandaban los mnuales respecto al sodio). Al fin y al cabo, se dijo, "el potasio es hermano gemelo del sodio". El problema es que la reacción del potasio al contacto con el aire y el agua es diferente a la del sodio. Y el resultado fue un estallido y una llamarada que prendió los visillos, chamuscó las tablas de las contraventanas y llenó el local de humo, mientras el futuro escritor y entonces joven aprendiz de químico se esforzaba por sofocar el fuego.
Así, pues, se decía Primo Levi, "conviene desconfiar de lo casi-igual (el sodio es casi igual al potasio, pero con el sodio no habría ocurrido nada), de lo prácticamente idéntico, del poco más o menos, del 'o sea', de todos los sucedáneos y de todos los remiendos. Las diferencias pueden ser pequeñas, pero llevan a consecuencias radicalmente distintas, como el cambio de agujas en un tren. El oficio del químico consiste en gran parte en defenderse de estas diferencias, en conocerlas de cerca, en prever las consecuencias. Y no sólo el oficio del químico". Es verdad, no sólo.
Así, pues, se decía Primo Levi, "conviene desconfiar de lo casi-igual (el sodio es casi igual al potasio, pero con el sodio no habría ocurrido nada), de lo prácticamente idéntico, del poco más o menos, del 'o sea', de todos los sucedáneos y de todos los remiendos. Las diferencias pueden ser pequeñas, pero llevan a consecuencias radicalmente distintas, como el cambio de agujas en un tren. El oficio del químico consiste en gran parte en defenderse de estas diferencias, en conocerlas de cerca, en prever las consecuencias. Y no sólo el oficio del químico". Es verdad, no sólo.
viernes, 12 de marzo de 2010
La cómica ausencia de lo cómico
"En una comisión especial del ejecutivo se discutía un día el ultimatum dado por la Junta Central de las Trade Unions inglesas a sus secciones locales de no adherirse, bajo pena de expulsión, al movimiento minoritario dirigido por los comunistas. Después de que el representante del Partido Comunista Inglés hubo expuesto el grave inconveniente del dilema, porque aceptando se iba a la disolución del movimiento minoritario y negándose a la salida de los minoritarios de las Trade Unions, el delegado ruso Piatnisky propuso una solución que parecía tan obvia como el huevo de Colón:
—Las secciones —propuso— declaran someterse a la disciplina exigida y luego, en la práctica, hacen exactamente lo contrario.
El comunista inglés le interrumpe: —Pero eso sería una mentira.
Una risotada clamorosa acogió la ingenua objeción, una risotada franca, cordial, interminable, como los tétricos despachos de la Internacional Comunista no habían oído otra igual; una risotada que se prolongó rápidamente por Moscú porque la divertida respuesta del inglés fue enseguida telefoneada a Stalin y a los despachos más importantes del Estado, provocando, dondequiera que llegara, nuevas olas de estupor e hilaridad, como luego supimos.
—Es muy importante para juzgar a un régimen —dije a Togliatti que se encontraba allí conmigo— saber de qué se ríe."
Ignazio Silone, Salida de urgencia (Madrid, Revista de Occidente, 1969, pp. 115-116).
—Las secciones —propuso— declaran someterse a la disciplina exigida y luego, en la práctica, hacen exactamente lo contrario.
El comunista inglés le interrumpe: —Pero eso sería una mentira.
Una risotada clamorosa acogió la ingenua objeción, una risotada franca, cordial, interminable, como los tétricos despachos de la Internacional Comunista no habían oído otra igual; una risotada que se prolongó rápidamente por Moscú porque la divertida respuesta del inglés fue enseguida telefoneada a Stalin y a los despachos más importantes del Estado, provocando, dondequiera que llegara, nuevas olas de estupor e hilaridad, como luego supimos.
—Es muy importante para juzgar a un régimen —dije a Togliatti que se encontraba allí conmigo— saber de qué se ríe."
Ignazio Silone, Salida de urgencia (Madrid, Revista de Occidente, 1969, pp. 115-116).
jueves, 11 de marzo de 2010
Ética profesional ante la crisis
Ayer por la tarde, en el Centro Pignatelli, un centenar de personas nos reunimos para reflexionar sobre la ética profesional ante la crisis. La jornada consistía en una mesa redonda moderada por José María Yusta y en la que participaban Manuel Badal (CESTE), María José González Ordovás (Universidad de Zaragoza) y María Jesús Blecua (Hospital Miguel Servet).
En el debate, las intervenciones parecían concluir que independientemente de que hayamos tocado o no fondo desde un punto de vista económico, desde el punto de vista moral seguimos sin llegar al fondo. A un fondo al que, seguramente, no vamos a llegar nunca porque no puede llegarse. En un articulo reciente publicado en la vanguardia, el filósofo Norbert Bilbeny subrayaba que la nuestra es una crisis de la verdad.
En su intervención, Manuel Badal recordaba que, contra lo que comúnmente se piensa, el objetivo o fin de la empresa no es maximizar el beneficio. La empresa necesita ganar, pero ese no es su objetivo, del mismo modo que respirar o comer no es el fin de la vida humana, sino el medio para subsistir. Seguramente saldremos de esta crisis, como se ha salido de otras, y desgraciadamente algunos se quedarán en el camino. La cuestión es, ¿para qué?¿y luego qué?
jueves, 4 de marzo de 2010
Cultura y decorado
Hace unos días Imanol Zubero se hacía eco en su blog de la información publicada en el periódico El Correo Digital con el título "asesinos ilustrados", en la que se daba cuenta de la personalidad culta y refinada de uno de los terroristas etarras detenidos recientemente, reconstruida a través de una correspondencia plagada de referencias literarias y filosóficas. Zubero subrayaba que el perfil del terrorista que dibujaba el diario se alejaba del que habíamos venido conociendo en los últimos tiempos: Ya no se trata sólo de una ETA de Ni-Nis, decía gráficamente el sociólogo, sino también de Con-Cons (con estudios y con lecturas), pero lo mismo da.
Sin embargo, el caso de los terroristas etarras mencionados no es el único. Curiosamente, él mismo día que aparecía la información de El Correo, en el diario El Mundo podía leerse otra relativa al "extraño caso" del doctor Karadzic, el lider serbobosnio responsable entre otras lindezas del asedio de Sarajavo o la matanza de Sebrenica, que es y se presenta a así mismo como un psiquiatra y escritor cultivado, autor de libros de poesía, teatro, ensayo y literatura infantil.
Uno puede pensar que, simplemente, los ilustrados asesinos a los que se refieren ambas informaciones no supieron sacar provecho de sus estudios y lecturas. O también que a lo mejor no bastaban esos estudios y lecturas. No deberíamos olvidar, por ejemplo, que las Universidades alemanas fueron uno de los pilares más entusiastas en el apoyo al ascenso del nazismo (lo que no quiere decir que todos los universitarios lo fueran).
George Steiner ya nos recordó en su momento que "algunos de los hombres que concibieron y administraron Auschwitz habían sido educados para leer a Shakespeare y a Goethe, y que no dejaron de leerlos" (Lenguaje y silencio, Barcelona, Gedisa, 1994, p. 25); y que, muy a menudo, las ciencias y las letras no nos han proporcionado más que "un decorado, una fioritura, un hermoso marco para el horror" (La barbarie de la ignorancia, Madrid, Taller de Mario Muchnik, 1999, p. 59).
Como dijo gráficamente hace ya tiempo el escritor José Jiménez Lozano, "el hombre no se ennoblece a fuerza de leer a Platón, ni con la música de Beethoven. Se refina, eso es todo, no nos hagamos ilusiones" (citado en F. Alda, La salamandra en el fondo del pozo, Diputación provincial de Ávila, 1988, pp. 45-46). Conviene no olvidarlo.
Sin embargo, el caso de los terroristas etarras mencionados no es el único. Curiosamente, él mismo día que aparecía la información de El Correo, en el diario El Mundo podía leerse otra relativa al "extraño caso" del doctor Karadzic, el lider serbobosnio responsable entre otras lindezas del asedio de Sarajavo o la matanza de Sebrenica, que es y se presenta a así mismo como un psiquiatra y escritor cultivado, autor de libros de poesía, teatro, ensayo y literatura infantil.
Uno puede pensar que, simplemente, los ilustrados asesinos a los que se refieren ambas informaciones no supieron sacar provecho de sus estudios y lecturas. O también que a lo mejor no bastaban esos estudios y lecturas. No deberíamos olvidar, por ejemplo, que las Universidades alemanas fueron uno de los pilares más entusiastas en el apoyo al ascenso del nazismo (lo que no quiere decir que todos los universitarios lo fueran).
George Steiner ya nos recordó en su momento que "algunos de los hombres que concibieron y administraron Auschwitz habían sido educados para leer a Shakespeare y a Goethe, y que no dejaron de leerlos" (Lenguaje y silencio, Barcelona, Gedisa, 1994, p. 25); y que, muy a menudo, las ciencias y las letras no nos han proporcionado más que "un decorado, una fioritura, un hermoso marco para el horror" (La barbarie de la ignorancia, Madrid, Taller de Mario Muchnik, 1999, p. 59).
Como dijo gráficamente hace ya tiempo el escritor José Jiménez Lozano, "el hombre no se ennoblece a fuerza de leer a Platón, ni con la música de Beethoven. Se refina, eso es todo, no nos hagamos ilusiones" (citado en F. Alda, La salamandra en el fondo del pozo, Diputación provincial de Ávila, 1988, pp. 45-46). Conviene no olvidarlo.
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