viernes, 25 de junio de 2010

Tempus

P. me cuenta, sorprendida, que acaba de llegarle por correo un libro que es el fruto de unas jornadas en las que ella participó como ponente hace ahora ¡15 años!. Cuando me lo cuenta, me acuerdo cómo se gestó la película El gran silencio, de Philip Gröning, en la que se retrata la vida cotidiana en un monasterio cartujo en los Alpes franceses: en 1984 Gröning pidió permiso a la orden de los cartujos para rodar la película y recibió la respuesta dieciséis años después.

Indudablemente, si resistieron el test del paso del tiempo es que tanto el libro como la película merecían la pena, pero tampoco cabe duda de que ambos son dos signos profundamente contraculturales en los tiempos que vivimos, una de cuyas características más importantes es la rapidez, por no decir la inmediatez: tiempo líquido, que diría Z. Bauman. Antes, cuando escribías algo, tus maestros te recomendaban que lo metieras en un cajón y dejaras pasar un tiempo prudencial, para dejarlo "madurar"; ahora a todo hay que darle salida inmediata, para que no pierda una "actualidad" que en realidad no significa sino estar a la moda; y nuestros discursos parecen cada vez más como la fruta que venden en los supermercados: se cogió del árbol antes de que madurara para poder venderla; se metió en una cámara frigorífica y, al poco de sacarla, se pudre sin llegar a adquirir todo su sabor. Nos metemos toda la prisa del mundo con unas cosas y en cambio, aquellas que requieren una pronta respuesta, las dejamos morir de risa en la bandeja de asuntos urgentes (ya saben ustedes aquello que se contaba de Franco: que en su mesa de trabajo había dos montones de papeles, uno con los asuntos que el tiempo había resuelto y otro con los asuntos que el tiempo resolverá).

En fin, que nos preocupa a menudo cuál es o debe ser nuestro estilo de vida y olvidamos la importancia que tiene el ritmo de la misma. Pero disculpen que lo deje aquí: no tengo tiempo de más, porque voy con prisa, acabo rápidamente este efímero comentario y me voy corriendo. Volat irreparabile tempus.

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