Hoy por la mañana, acudo a la toma de posesión del Decano de mi Facultad. Es un acto formal, plano, como tantos otros a los que he asistido y en los que he participado, repleto de autoridades académicas, civiles y militares —solo faltan las eclesiásticas, pienso, pero eso ya no se lleva. En los discursos, entre los agradecimientos de rigor y los tópicos de costumbre, todos los intervinientes abundan en varias ocasiones en una idea que es común en este tipo de discursos: el inmenso sacrificio que supone para las autoridades el desempeño de su cargo, una tarea "ingrata", repiten varias veces. Es parte de la retórica con la que toda autoridad tiende a justificarse, porque en realidad para (casi) todos ellos, estar ahí no supone ningún sacrificio: les gusta lo que hacen y en ocasiones han luchado a brazo partido para estar donde están y aún más arriba —todo llegará. No es lo mismo un "cargo" que un "encargado", pienso. Aunque, a decir verdad, entre los que escuchan hay de todo.
Por la tarde, en casa, voy devorando lentamente un librito que es una pequeña joya: Marcas en el camino, una suerte de diario espiritual escrito por Dag Hammarskjöld, el político y diplomático sueco que fue Secretario General de Naciones Unidas entre 1953 y 1961 y premio Nóbel de la paz (póstumo), y que el año pasado se publicó en español. Todo el diario parece estar presidido por la idea de que vivir plenamente no consiste en ir dejando huellas, sino en borrarlas, porque "solo la mano que borra / puede escribir la palabra justa" (Bertil Malmberg): "El verdadero sacrificio es el que acepta aparecer ante el mundo como lo contrario de un sacrificio"; "Sólo es digno de su poder quien diariamente lo justifica"...
Cierro el libro, y espero que ojalá entre las autoridades que inundaban el Aula Magna de la facultad esta mañana, alguien está escribiendo un diario semejante, que algunos pudieran leer el día de mañana como marcas en la arena. O en el agua.
Por la tarde, en casa, voy devorando lentamente un librito que es una pequeña joya: Marcas en el camino, una suerte de diario espiritual escrito por Dag Hammarskjöld, el político y diplomático sueco que fue Secretario General de Naciones Unidas entre 1953 y 1961 y premio Nóbel de la paz (póstumo), y que el año pasado se publicó en español. Todo el diario parece estar presidido por la idea de que vivir plenamente no consiste en ir dejando huellas, sino en borrarlas, porque "solo la mano que borra / puede escribir la palabra justa" (Bertil Malmberg): "El verdadero sacrificio es el que acepta aparecer ante el mundo como lo contrario de un sacrificio"; "Sólo es digno de su poder quien diariamente lo justifica"...
Cierro el libro, y espero que ojalá entre las autoridades que inundaban el Aula Magna de la facultad esta mañana, alguien está escribiendo un diario semejante, que algunos pudieran leer el día de mañana como marcas en la arena. O en el agua.
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