viernes, 9 de abril de 2010

El trazo grueso y los matices

Hoy iba a escribir sobre otra cosa, pero la actualidad manda, así que dejaré lo que les iba a contar para mañana. Digo que manda la actualidad porque hoy he recibido un correo de una buena amiga con información sobre un manifiesto en apoyo del magistrado Baltasar Garzón por parte de las asociaciones de la memoria histórica (que pueden ver aquí). He de reconocer que hace un tiempo que no suelo firmar muchos manifiestos, no sé si para darles algo de valor a los que pueda apoyar con el poco o el mucho valor que puede tener mi firma, que es sólo la de una persona (pero por eso mismo con todo el valor que tiene la firma de una persona); pero también porque muchos llegan a través de internet, sin que se sepa muy bien donde acaban sus datos y para qué sirve realmente lo que se firma; y en muchos otros porque están cargados de retórica. Un manifiesto, al fin y al cabo, siempre tiene algo de trazo grueso.

Sobre el que tenía que decidir, me ha sorprendido porque ese trazo es un poco más grueso que de costumbre. Sobre todo por dos razones. La primera, porque comienza diciendo que el Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Supremo "urden" (sic) el procesamiento del juez Garzón. Es decir, que el procesamiento sería el resultado de un complot o maquinación (eso es lo que significa urdir en nuestro idioma) orquestado por la mayoría del CGPJ y el TS. La segunda, porque bajo la apariencia de una argumentación jurídica (apelando al Estado de Derecho, a la Constitución y a la ley), en realidad el manifiesto es más bien una declaración política: lo que vale es investigar la corrupción, el terrorismo y los crímenes contra la humanidad, y no cómo se haga (cuando el derecho tiene que ver mucho con el cómo, con los medios). La conclusión del manifiesto vendría a ser esta: lo que Garzón hace representa el Estado de Derecho, y por eso cualquier decisión que le perjudique va contra el Estado de Derecho. Un poco fuerte, ¿no?.

El manifiesto critica que se pueda considerar como prevaricación los autos de Garzón en los que se declaraba competente en relación con los crímenes del franquismo, y que según los firmantes "contienen razonamientos jurídicos magistrales y que pasarán a los anales del Derecho". Todo puede ser. Yo, por si acaso, me he puesto a buscar en internet y a leerme el Auto del magistrado Luciano Varela (de 7 de abril de 2010), y no sé si magistral, pero también me ha parecido fundado en Derecho. Al fin y al cabo, como dice el mismo Auto, determinar si las decisiones de Garzón eran correctas o no jurídicamente es "responsabilidad exclusiva y excluyente del Tribunal que ha de enjuiciarlo. Sin duda, lo hará ilustrado por los argumentos de las partes al respecto, pero sin la intermediación de pericias jurídicas y, menos aún si cabe, de plebiscitos que son incompatibles con el ejercicio de la potestad jurisdiccional de un Estado democrático".

Al leer el manifiesto y reflexionar sobre él, me he acordado de un artículo breve de Manuel Atienza que leí hace un par de años y lo he buscado otra vez. Está en la revista El Notario del siglo XXI de 19-12-2008. En ese artículo, Atienza analizaba críticamente las decisiones de Garzón precisamente por sus elementos jurídicos, al margen de las intenciones que pudieran animarlas. ¿Es posible que haya buenas razones para oponerse a la defensa de una causa justa?, se preguntaba Atienza. En su opinión, quienes defendían entonces el Auto de Garzón declarándose competente incurrían en la falacia de ignoratio elenchi, que —dicho pronto y mal— es la que cometemos cuando usamos los argumentos para demostrar conclusiones distintas a las que se refieren (por ejemplo, apelando sobre la corrección de las decisiones del juez en razón de la justicia de las causas que defiende). Y algo de eso, me parece, está pasando con los manifiestos que aparecen por doquier.

Atienza concluía su artículo diciendo que "seguramente nunca hay razones para oponerse a una causa justa, pero puede haberlas para oponerse a una cierta manera de defender una causa justa". No es sólo una cuestión de matices. En el derecho la verdad, o la razón, como diría el poeta, está en los matices.

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