miércoles, 6 de octubre de 2010

Un trébol común

Este blog no es un diario; pero se le parece. Ce n'est pas une pipe. Cada día, al escribir, toca hurgar en lo excepcional de cada día, lo admirable: lo cotidiano. Escribía hace años —en sus Nótulas— Cristóbal Serra que "la rutina no sólo es el substrato de nuestras vidas. Es también el viento que hincha la vela de la imaginación".

Hace ya unos cuantos años, una tarde de verano, en un viaje con unos amigos, me encontré un trébol de cuatro hojas, que todavía conservamos en casa como recuerdo de lo extraordinario de aquel viaje y de aquel momento. Bueno, en realidad yo no encontré el trébol; me encontró él a mí. Yo no lo busqué: se me apareció casi sin quererlo entre la hierba de un pequeño prado que, a modo de plaza, alfombraba la entrada a la iglesia del pueblo.

Hace unos días, recordé una vez más ese pequeño tesoro leyendo el Autorretrato con radiador de Christian Bobin: "Un trébol de cuatro hojas, no se descubre tan a menudo, es raro, casi un milagro. Sí, de acuerdo, pero considero ya milagroso un trébol de especie común, con tres hojas, no salgo de mi asombro ante estas cosas tan banales y yo ante ellas, destinado a desaparecer". Como el día de hoy: un trébol común y su alegría.

2 comentarios:

  1. La entrada es un trébol de cuatro hojas: Bobin, Serra, Bergamín a un lado y tu prosa.

    A pesar del espléndido aforismo del Mallorquín, yo creo que el mejor elogio a la rutina es recordar que no existe.

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