A propósito del comentario de hace una semana sobre "lenguaje de género", L. me pasa distintas referencias de textos normativos donde para contribuir a la "visibilización linguística" se utiliza reiteradamente la expresión "trabajadores y trabajadoras" en todos los artículos... menos en uno, que sólo hace referencia a los varones. ¿Lapsus del legislador?¿olvido o distinción intencionada? Un ejemplo más de las transformaciones del derecho, las deficiencias de técnica legislativa y los problemas de interpretación.
jueves, 28 de octubre de 2010
martes, 26 de octubre de 2010
Leyendas, tradiciones culturales y normas
Leyendo esta tarde el libro de J. Maclure y Ch. Taylor sobre la laicidad: "Las normas de una sociedad no están sólo determinadas en función de principios de justicia abstractos: lo están también en función de su inscripción en un contexto cultural determinado (su demografía, su historia, etc.)" (Laïcité & liberté de conscience, Paris, La Découverte, 2010, p. 86). ¿Y no están también así, culturalmente determinados, esos principios de justicia abstractos?
Al subrayar esa cita, me he acordado de una sentencia judicial reciente, y curiosa, que se coló hace unas semanas en las páginas de los periódicos, en la que el juez acordaba la tenencia compartida —y el régimen de visitas, por así llamarlo— del perro de una pareja que se había separado. La sentencia es del Juzgado de 1ª instancia número 2 de Badajoz, con fecha de 7 de octubre de 2010 y, en el fondo, la decisión —sobre la que existen similares precedentes— no tendría por qué resultar especialmente llamativa.
En términos estrictamente jurídicos el asunto se reduce a la discusión sobre si un determinado bien es privativo o no y, en caso de que no lo sea, si cabe atribuirlo únicamente a uno de los "copropietarios" o qué régimen de disfrute compartido debe acordarse. Lo curioso de este caso es que el bien no era un piso, una finca de recreo o una motocicleta, sino un ser vivo —un perro— con el que las personas en general —y los litigantes del caso, en particular— mantienen una relación que va más allá de lo meramente instrumental. Y en ese punto radica lo sorprendente —o lo extravagante, según se quiera— de la argumentación de la sentencia, en su fundamento jurídico tercero, dedicado a justificar la existencia de un interés jurídico (véase la sentencia completa aquí).
El juez reconoce que el conflicto planteado —sobre la tenencia de un animal compartido— es susceptible de tutela jurisdiccional simplemente por el hecho de ser "bienes apropiables", pero una calificación semejante no parece hacer justicia —y con razón— a la relación entre el "dueño" (o dueños, en este caso, en plural) y su mascota, y de ahí que recurra además, complementariamente, pero de modo extenso, a otras "tesis filosóficas que, yendo más allá y con buena dosis de razón, buscan convencernos de que los animales son seres sensibles e independientes, no simples objetos cuya existencia se reduce a satisfacer nuestros intereses humanos".
La argumentación en ese punto (todo el fundamento jurídico 3º) es algo confusa: referencias varias a Google (en lo que podría ser un discutible ejemplo del criterio sociológico de interpretación) a la arqueología y al saber común ("se dice que..."), encabezadas por una "leyenda de los indios norteamericanos", la del Dios Nagaicho, creador del mundo, que tenía un perro a su lado. Todo ello para justificar la interpretación de la relación entre el perro y su amo no sólo como una relación de dominio, sino como una forma de relación "parental".
Todas ellas son referencias ad exemplum, pero que a más de uno, si las lee, dejará perplejo y a otros seguramente encandilará por su exotismo. Para estos últimos: ¿se imaginan ustedes si en lugar de citar a Nagaicho, el juez hubiera recurrido a las Florecillas de San Francisco o a la historia de San Roque, para algunos patrón de los perros? Para los primeros, en cambio, quizás habría que preguntarse, más allá de lo insólito de las referencias y de la confusión que las adorna, sobre el inevitable papel que tradiciones y narraciones culturales juegan, aquí explícitamente y en otros casos de forma oculta, en la determinación del sentido de las normas y las decisiones jurídicas.
viernes, 22 de octubre de 2010
Esta tarde
Esta tarde, el tiempo es un hombrecillo que pasea en silencio, despacio, con las manos a la espalda, de un lado al otro de la habitación, al compás del latido del reloj. Mientras leo, junto a la ventana, amo este débil trozo de sol que se cuela entre los visillos.
jueves, 21 de octubre de 2010
miércoles, 20 de octubre de 2010
"Sujetas"
Las reivindicaciones lingüísticas en materia de género, en su ánimo por transformar la realidad forzando las expresiones del lenguaje común, suelen dar lugar a formulaciones extravagantes —y en ocasiones malsonantes— que uno no sabe si contribuyen a la causa que se pretende defender o más bien la ridiculizan. De todos es conocida la polémica que suscitó la utilización de la expresión "miembros y miembras" por parte de una ministra del gobierno...
Hoy acabo de encontrarme otra de esas expresiones curiosas entre la información que ofrece el Plan estatal de formación continua de la Carrera Judicial para el año 2011 del Consejo General del Poder Judicial. Dicho Plan incluye entre su programa de actividades un curso o seminario sobre "Lenguaje jurídico y género" que, en su ánimo por "visibilizar" a las mujeres, se refiere a éstas como "sujetas de derechos". Es cuestión de tiempo, se dirá, que una expresión como esa se incorpore al lenguaje común. Es posible. ¿Subversión del lenguaje o neolengua? Tiempo al tiempo.
lunes, 18 de octubre de 2010
Tenis
A última hora de la tarde, cuando la tarde se apaga, aguardo solo, en silencio, en la sala de espera de un centro de salud, bajo una luz incolora e insípida, la misma luz de todas las salas de espera del mundo. Al otro lado del pasillo, en otra consulta, cuatro mujeres —tres jóvenes y una anciana— esperan su turno en silencio; un silencio anónimo y lento, acolchado solo por pequeños ruidos lejanos de voces, pasos y puertas, y que la anciana se empeña inútil y periódicamente en romper, lanzando anzuelos de conversación que sus compañeras de sala no tienen ningún apetito ni interés en morder: sobre el cambio de médico, sobre la enfermera, sobre su dolencia, sobre el tiempo, sobre el recuerdo de su padre... Cuando pueden, las jóvenes esquivan su mirada lanzándola hacia el techo frío y cuando no, sonríen y asienten con la cabeza, entre desconcertadas y amables, como si la anciana les hablara en un lenguaje lejano y extraño, absolutamente incomprensible para ellas.
Entre un comentario y otro, y una y otra cominería, la anciana hace invocaciones, entre suspiros, a vírgenes y santas, pero sin conseguir respuesta ni expresión alguna por parte de su audiencia. Como si fuera un jugador de tenis lanzando pelotas al otro lado de la red en una cancha vacía. Pero no es ofensa ni desprecio la respuesta, pienso; sencillamente, no saben jugar a tenis.
En esas estamos, cuando llega otra mujer que a la primera de cambio responde al comentario de la anciana —qué más da de qué se trata— y comienza un juego intenso con un montón de pelotas pasando de un lado al otro de la sala, por unos segundos; hasta que un altavoz metálico interrumpe el juego llamando a la consulta: ¡Deuce!
Entre un comentario y otro, y una y otra cominería, la anciana hace invocaciones, entre suspiros, a vírgenes y santas, pero sin conseguir respuesta ni expresión alguna por parte de su audiencia. Como si fuera un jugador de tenis lanzando pelotas al otro lado de la red en una cancha vacía. Pero no es ofensa ni desprecio la respuesta, pienso; sencillamente, no saben jugar a tenis.
En esas estamos, cuando llega otra mujer que a la primera de cambio responde al comentario de la anciana —qué más da de qué se trata— y comienza un juego intenso con un montón de pelotas pasando de un lado al otro de la sala, por unos segundos; hasta que un altavoz metálico interrumpe el juego llamando a la consulta: ¡Deuce!
domingo, 17 de octubre de 2010
Inventario
Hago recuento despacio, pasando las horas,
con la habilidad minuciosa
de un oficinista.
Inventario y contabilidad
del día:
un escalofrío al levantar,
un cielo azul, enorme, vacío de cometas,
un lápiz casi nuevo, del que salió un poema,
diez minutos hablando y un rato de silencio,
planchar una camisa,
beber un vaso de agua,
un verso escondido en la lectura,
entre la prosa: "la alegría
de sentirse mortal".
Y un puñado de cometas
en los bolsillos
esperando que amanezca
un cielo azul
otro día.
con la habilidad minuciosa
de un oficinista.
Inventario y contabilidad
del día:
un escalofrío al levantar,
un cielo azul, enorme, vacío de cometas,
un lápiz casi nuevo, del que salió un poema,
diez minutos hablando y un rato de silencio,
planchar una camisa,
beber un vaso de agua,
un verso escondido en la lectura,
entre la prosa: "la alegría
de sentirse mortal".
Y un puñado de cometas
en los bolsillos
esperando que amanezca
un cielo azul
otro día.
miércoles, 13 de octubre de 2010
La ley
martes, 12 de octubre de 2010
Luz
Amaneció nublado en Medellín, con una lluvia fina de la que el sol sin embargo no tardó en deshacerse, para imponer el resto del día una luz fuerte, blanca, cegadora, que salpica toda la inmensa ciudad, como si fuera un empeño del cielo en subrayar con un rotulador fluorescente la palabra dolor.
Paseamos desde plaza Botero, por Carabobo, entre una multitud de paisas al frente de todo tipo de negocios: minúsculos, pequeños y medianos; legales e ilegales. Todo es una algazara de voces y reclamos, tratando de sobresalir por encima del mar de ruido de los coches y las motos. J. F. nos cuenta el trabajo y la investigación que lleva a cabo con los vendedores informales de la zona y el caso del "loro detenido": Al parecer, alguno de los vendedores de la calle adriestó un loro para que pudiera alertar de la llegada de la policía a quienes comercian sin permiso de ningún tipo; al enterarse de ello, la policía dispuso un pequeño operativo para localizarlo y acabó no se sabe si por confiscarlo o detenerlo.
Paseamos desde plaza Botero, por Carabobo, entre una multitud de paisas al frente de todo tipo de negocios: minúsculos, pequeños y medianos; legales e ilegales. Todo es una algazara de voces y reclamos, tratando de sobresalir por encima del mar de ruido de los coches y las motos. J. F. nos cuenta el trabajo y la investigación que lleva a cabo con los vendedores informales de la zona y el caso del "loro detenido": Al parecer, alguno de los vendedores de la calle adriestó un loro para que pudiera alertar de la llegada de la policía a quienes comercian sin permiso de ningún tipo; al enterarse de ello, la policía dispuso un pequeño operativo para localizarlo y acabó no se sabe si por confiscarlo o detenerlo.
De vuelta a plaza Botero, nueva visita al Museo de Antioquia —hoy además es gratis— para contemplar otra vez no solo la colección de Botero, sino el resto de las exposiciones. Entre todas ellas, como si estuviera esperándonos escondida, la discreta luz y la intimidad de la pequeña escena Confidencias, del pintor colombiano Antonio Cano. Otro regalo de luz.
jueves, 7 de octubre de 2010
Las cosas que no pasan
A diferencia de otros años, este curso son más numerosos los alumnos que acuden a clase con un ordenador portátil. Esta tarde, en el aula, mientras explico aburridas disquisiciones teóricas, un grupo de ellos escucha mientras teclean lejanos —con la soltura y desapego de una cajera de supermercado— en sus pequeñas computadoras de diseño. Imagino que de vez en cuando van tomando notas de lo que digo; y sé que cuando ya están suficientemente cansados de oírme se entretienen consultando el correo, curioseando en internet o comunicándose con alguien. Por un momento, la clase recuerda una pequeña y moderna sala de máquinas donde jóvenes ingenieros manejan con habilidad e indiferencia, desde sus consolas, los designios de quién sabe qué sistema.
En esas estoy, y a punto de dar una vuelta de tuerca más a la diferencia entre dos grandes formas de contemplar la vida social, cuando caigo en la cuenta de que en realidad, desde su minúscula sala de mandos, los pequeños ordenadores van controlando y dirigiendo el ritmo y el desarrollo de la clase. No son sus manos las que teclean al compás de mis palabras, sino al revés: es mi voz la que reproduce la música de oficina que ellos van creando con su teclado, y de la que una coda de silicio y plástico anuncia su inminente final. Hasta que ponen fin a sus operaciones; o a su juego. Guardar cambios, cerrar sistema, apagar equipo: Fin de la clase.
En esas estoy, y a punto de dar una vuelta de tuerca más a la diferencia entre dos grandes formas de contemplar la vida social, cuando caigo en la cuenta de que en realidad, desde su minúscula sala de mandos, los pequeños ordenadores van controlando y dirigiendo el ritmo y el desarrollo de la clase. No son sus manos las que teclean al compás de mis palabras, sino al revés: es mi voz la que reproduce la música de oficina que ellos van creando con su teclado, y de la que una coda de silicio y plástico anuncia su inminente final. Hasta que ponen fin a sus operaciones; o a su juego. Guardar cambios, cerrar sistema, apagar equipo: Fin de la clase.
miércoles, 6 de octubre de 2010
Un trébol común
Este blog no es un diario; pero se le parece. Ce n'est pas une pipe. Cada día, al escribir, toca hurgar en lo excepcional de cada día, lo admirable: lo cotidiano. Escribía hace años —en sus Nótulas— Cristóbal Serra que "la rutina no sólo es el substrato de nuestras vidas. Es también el viento que hincha la vela de la imaginación".
Hace ya unos cuantos años, una tarde de verano, en un viaje con unos amigos, me encontré un trébol de cuatro hojas, que todavía conservamos en casa como recuerdo de lo extraordinario de aquel viaje y de aquel momento. Bueno, en realidad yo no encontré el trébol; me encontró él a mí. Yo no lo busqué: se me apareció casi sin quererlo entre la hierba de un pequeño prado que, a modo de plaza, alfombraba la entrada a la iglesia del pueblo.
Hace unos días, recordé una vez más ese pequeño tesoro leyendo el Autorretrato con radiador de Christian Bobin: "Un trébol de cuatro hojas, no se descubre tan a menudo, es raro, casi un milagro. Sí, de acuerdo, pero considero ya milagroso un trébol de especie común, con tres hojas, no salgo de mi asombro ante estas cosas tan banales y yo ante ellas, destinado a desaparecer". Como el día de hoy: un trébol común y su alegría.
Hace ya unos cuantos años, una tarde de verano, en un viaje con unos amigos, me encontré un trébol de cuatro hojas, que todavía conservamos en casa como recuerdo de lo extraordinario de aquel viaje y de aquel momento. Bueno, en realidad yo no encontré el trébol; me encontró él a mí. Yo no lo busqué: se me apareció casi sin quererlo entre la hierba de un pequeño prado que, a modo de plaza, alfombraba la entrada a la iglesia del pueblo.
Hace unos días, recordé una vez más ese pequeño tesoro leyendo el Autorretrato con radiador de Christian Bobin: "Un trébol de cuatro hojas, no se descubre tan a menudo, es raro, casi un milagro. Sí, de acuerdo, pero considero ya milagroso un trébol de especie común, con tres hojas, no salgo de mi asombro ante estas cosas tan banales y yo ante ellas, destinado a desaparecer". Como el día de hoy: un trébol común y su alegría.
martes, 5 de octubre de 2010
Libros
Hay libros que, por muy voluminosos que sean, se leen como un adolescente se zampa un enorme y suculento bocata; los hay que, por muy interesantes que nos los presenten, se nos atragantan como un plato frío de lentejas; y hay algunos pequeños, casi insignificantes, que sin embargo tomamos a pequeños sorbos, alargando la lectura, saboreando cada una de sus palabras. Y todos nos dejan con hambre.
"Un libro —dice Christian Bobin—, un verdadero libro, no es alguien que nos hable, es alguien que nos oye, que sabe oirnos".
"Un libro —dice Christian Bobin—, un verdadero libro, no es alguien que nos hable, es alguien que nos oye, que sabe oirnos".
domingo, 3 de octubre de 2010
Sed
"... voy a derramar agua sobre el sequedal
y torrentes en el páramo..." (Is. 44,3)
y torrentes en el páramo..." (Is. 44,3)
Con unos cuantos amigos y amigas, hacemos una pequeña excursión a Uncastillo, recorriendo y recordando los espacios que poblaron algunos años de nuestra juventud, y reconociendo nuevamente el mensaje de gestos transmitido silenciosamente por sus piedras y que va apagándose lentamente, de generación en generación: Santa María, San Juan, San Felices, San Martín...
A la vuelta, el otoño empieza por fin a desperezarse y rompe a llover por el camino. Un fuerte y húmedo olor a tierra y cereal lo invade todo. El agua apaga la sed de los campos y despierta la nuestra. Otra sed.
sábado, 2 de octubre de 2010
Día internacional de la no violencia
Hoy, día 2 de octubre, hace 141 años que nació Mahatma Gandhi. Desde 2007, Naciones Unidas decidió que esta era una buena fecha para celebrar el día internacional de la no violencia. Para desaprender la guerra.
viernes, 1 de octubre de 2010
Guirnalda
Mientras leo, coloco pequeños trozos de papel de colores adhesivo en algunas de las páginas del libro, para señalar párrafos, ideas y expresiones. En algunos casos, el resultado es una pequeña guirnalda que sobresale festiva por los cantos, anunciando todo lo que se celebra en su interior; como hoy: una fiesta inaudible y silenciosa, hecha de guiños, risas contenidas y palabras.
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