jueves, 30 de septiembre de 2010

Preludio

Salgo de clase, a última hora de la tarde, agotado después de una jornada intensa. Ya ha anochecido, pero la temperatura es cálida, casi veraniega —el otoño es como la primavera vuelta del revés, me dijo una vez A.— y a través de la ventana abierta llegan hasta el despacho los ecos del conservatorio cercano: una amalgama confusa de notas, escalas y fragmentos de diferentes melodías, interpretadas torpemente por instrumentos de cuerda y de viento, pero que juntos recuerdan el sonido involuntariamente armónico de la orquesta afinando antes de empezar un concierto. Como si fuera una bandada de pájaros revoloteando excitados antes de iniciar su travesía. Un incierto preludio. Vida.

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