miércoles, 8 de septiembre de 2010

Dos recortes de prensa

1. Leo en la prensa (esta vez en el ABC: aquí), que la Confederación Española de Padres y Madres de Alumnos (CEAPA) reclama diversas medidas para facilitar la conciliación de la vida familiar y profesional (lo cual está muy bien); y entre ellas se pretende que los centros escolares abran incluso los domingos: que estén abiertos las 24 horas de todos los días del año. Según uno de los miembros de la junta directiva de la organización —dice el periódico— ello "ayudaría a que los padres puedan encargarse de su negocio. Supondría una conciliación real de la vida familiar con la profesional".

No desconozco las enormes dificultades que tienen muchas personas para conciliar en la práctica su vida familiar y laboral, ni el esfuerzo y el cariño infinito con el que cuidan a sus hijos, pero la propuesta de la CEAPA también tiene algo de sorprendente: ¿es una medida para conciliar ambas dimensiones de la vida o simplemente para "ajustar" o someter la vida familiar a los imperativos de la vida profesional?¿Y dónde pondremos el límite? Ya puestos, si no, ¿por qué no dejar directamente a los niños en centros escolares desde su nacimiento para que los padres puedan trabajar y producir como el mercado exige?

A la postre, algo así era lo que proponía aquel filósofo ginebrino —vanidoso, egoísta y algo desequilibrado, todo sea dicho— que, para poder dedicarse enteramente a sus negocios —intelectuales, en ese caso— abandonó a sus cinco hijos en el orfanato y pasó a la posteridad predicando las virtudes de una educación comme il faut, transferida de modo íntegro y absoluto al Estado, porque al fin y al cabo, como decía él mismo, no somos sino posesiones del Estado. ¿O no?

2. En El País, artículo de opinión de Gregorio Peces-Barba (véase aquí), en el que arremete contra Tirios y Troyanos. Una de sus catilinarias va dirigida contra un obispo del Opus que al parecer ha criticado la Ley del Aborto "con una virulencia desmesurada". En su critica al obispo, Peces-Barba afirma tajante que "no hay cotos vedados a la soberanía del Estado". Es verdad. Si no, que se lo pregunten a Shakinah Mohammadi Ashtiani, que espera en la cárcel iraní de Tabriz la ejecución de la pena —a morir lapidada— a la que ha sido condenada por los Tribunales del Estado, acusada de adulterio; o a Brandie Gardner, la hija de uno de los últimos ejecutados en Estados Unidos; o a los cientos de miles de personas anónimas víctimas de las guerras en Iraq, Afganistán... Soberanía del Estado en estado puro.

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