domingo, 15 de agosto de 2010

Las cosas que no pasan

La ciudad en fiestas. Aunque el viento viene frío del norte, rizando el mar, la calle es un bullicioso guirigay de gentes diversas fisgoneando y disfrutando todo tipo de espectáculos callejeros: aquí músicos y allá danzantes, gigantes y cabezudos, y vendedores de fuego y de humo por todas las esquinas.

En medio de todo ese carnavalesco mercado, discretamente, un hombre anciano se anuncia como "poeta e inventor de palabras". Su tenderete es humilde: una mesa plegable con varias cajas repletas de cientos de pequeños sobres de colores, del tamaño de una tarjeta de visita. De momento no tiene público -o clientela.

Me acerco a curiosear y me cuenta que en cada uno de los sobres hay pequeños "poemas de la vida" o palabras inventadas por él. Todas necesarias, me dice, y todas distintas. "Y de uso libre y sin derechos", añade. Me ofrezco a comprarle uno de sus poemas, escogiendo uno de los sobres al azar, y de paso me regala una de sus palabras. Dice el poema:

Cuando está inmóvil
arriba, la gaviota,
todo está quieto.

Luego abro el sobre de la palabra:

"Pernambulear": deambular por Pernambuco

1 comentario:

  1. Yo también he visto al mismo poeta e inventor de palabras

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