Ayer por la tarde, trabajando con la radio puesta, escucho como rumor de fondo una tertulia en la que los participantes conversan sobre los grandes inventos de la humanidad. Uno de los tertulianos subraya la gran contribución al desarrollo científico que se hizo en el mundo helenístico y la brecha que, en su opinión, se introduce con la aparición del cristianismo y la Iglesia Católica, que supone el freno definitivo a ese desarrollo de la ciencia y la razón —una "edad oscura"— hasta la aparición, dice expresamente el tertuliano, de Nicolás de Cusa y Roger Bacon. Como todas las tertulias radiofónicas suelen ser bastante homogéneas, nadie le corrige, claro.
El comentario me despierta de mi letargo radiofónico. Es el argumento típico, y políticamente correcto en los tiempos que corren, para situarse del lado del progreso y la razón frente a la oscuridad del mito. Pero por mucho que se repita no deja de ser falso históricamente. Como muestra un botón: quizás el tertuliano olvidó que Roger Bacon era un fraile franciscano —que, ciertamente, y como tantos otros antes y despues de él, tuvo problemas con sus superiores por sus críticas al modelo aristotélico— y que Nicolás de Cusa era un sacerdote y teólogo católico, estrecho colaborador del entonces Papa, que le nombró cardenal.
Pero no son los únicos ejemplos. Si Vds. quieren profundizar en ello, les recomiendo la lectura del libro de David Bentley Hart: Atheist Delusions. The Christian Revolution and Its Fashionable Enemies (Yale University Press, 2009). Para desmitificar los mitos del discurso presuntamente antimitológico (y perdón por el trabalenguas).
El comentario me despierta de mi letargo radiofónico. Es el argumento típico, y políticamente correcto en los tiempos que corren, para situarse del lado del progreso y la razón frente a la oscuridad del mito. Pero por mucho que se repita no deja de ser falso históricamente. Como muestra un botón: quizás el tertuliano olvidó que Roger Bacon era un fraile franciscano —que, ciertamente, y como tantos otros antes y despues de él, tuvo problemas con sus superiores por sus críticas al modelo aristotélico— y que Nicolás de Cusa era un sacerdote y teólogo católico, estrecho colaborador del entonces Papa, que le nombró cardenal.
Pero no son los únicos ejemplos. Si Vds. quieren profundizar en ello, les recomiendo la lectura del libro de David Bentley Hart: Atheist Delusions. The Christian Revolution and Its Fashionable Enemies (Yale University Press, 2009). Para desmitificar los mitos del discurso presuntamente antimitológico (y perdón por el trabalenguas).
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