¿Para qué leemos?¿qué buscamos en la lectura?¿o a quién buscamos? “Los livros son komo los jouetes ke se dan a
los tchikos —escribía en sefardí Marcel Cohen—. Komo los jouetes los livros dan un poko de repozo. Esto es. Ama no
te olvide ke, en kada livro, siempre es el silensyo ke se gana la mijor parte”
(Letras a un pintor ke kreya azer
retratos imaginarios). En el silencio que dejan los libros, cuando lo dejan,
encontramos algo de eso (o de alguien) que no sabiamos que andábamos
buscando.
En las últimas semanas, dos libros me han dejado un profundo silencio en el alma: Puerta principal, de Guadalupe Arbona, y 22 de Paule San Salvador del Valle Arana. En realidad son dos libros muy distintos, tanto por lo que cuentan, como por el estilo y la forma de contarlo. Pero tienen mucho en común: ambos son los diarios de una enfermedad.
Puerta Principal, de Gudalupe Arbona, toma su título de un verso de Raymond Carver: “Today my heart like the front door stands open for the first time in the months”. La puerta principal es el acceso más importante para que entre algo o alguien, el corazón que se abre de repente, el deseo que se enciende, la experiencia de la gracia que se revela en todas las cosas. Con atención amorosa, y al estilo del maestro José Jiménez Lozano —que también pasea por las páginas del libro—, su autora va desgranando y recorriendo los instantes del vivir de diez meses de encrucijada.
22 son los años que tiene Paule San Salvador del Valle Arana; 22 es el año en el que vive y escribe su relato, el diario interior de su lucha contra la enfermedad (sobre la historia de Paule y de su libro, ver aquí). 22 es un libro lleno de vida que habla de la enfermedad y de la muerte.
En los dos casos, en el de Puerta principal y en 22, el relato es la vía no ya de la sanación, sino de la salvación: la búsqueda del tiempo detenido, del momento antes del momento, o del instante previo en el que todo se juega. Dice el filósofo Javier Gomá que “sólo conocemos la verdad cuando es demasiado tarde”, que “el conocimiento perfecto siempre es póstumo”. Como la belleza. Incluso la belleza de lo inhóspito y de los límites, de la vida que se agarra a nosotros, de aquello que perdura cuando todo parece disolverse.
Lean a Guadalupe Arbone y lean a Paule San Salvador. En su silencio encontrarán también algo de eso (o a alguien) que aun sin saberlo buscamos en los libros.
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